I
Contra nosotros mismos los agravios
que cometimos.
La arrogancia que vistió nuestros actos
nos es devuelta en desamor, angustia, tormento.
Nada que nos diga que alguna vez
tuvimos los mapas del tesoro.
II
Quien nos enseñó a vivir
también nos presentó a la muerte.
Quien nos rescató del olvido
hizo de nosotros un fantasma a su antojo.
Nada tenemos que reprocharnos.
No fuimos ni mejores ni peores:
acaso desleales e ingratos
con quien nos dio su amor,
tal vez generosos con quien jamás nos quiso.
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