martes, 4 de diciembre de 2007

Philip era feliz.

De la misma manera que el tejedor iba tejiendo su dibujo sin otro fin que la satisfacción de su goce estético, debía vivir el hombre su propia vida; y si es necesario creer que las acciones no dependen de nuestra voluntad, nada impide considerar la vida como un dibujo. Pero no existe en ésta ni necesidad ni inutilidad: sólo la satisfacción personal. De los múltiples acontecimientos de la vida -acciones, pensamientos, sentimientos- se podía hacer un dibujo lineal, complicado o artístico. Y aunque el libre albedrío no fuera otra cosa que una ilusión, un fantástico juego en el que las apariencias estuvieran entretejidas con reflejos lunares, no importaba gran cosa. En el curso de la vida -río sin principio que corre hacia un mar irreal-, partiendo de la inutilidad de la existencia, un hombre podía encontrar satisfacción admirando los variados hilos que forman el orbe. Había un dibujo -el más frecuente, bello y perfecto- según el cual el hombre nace, crece, se casa, trae hijos al mundo, trabaja para ganarse la vida y muere. Pero había otros, complicados y magníficos, en los cuales la felicidad no formaba parte de ellos y el triunfo no era alcanzado. Algunas vidas, como la de Hayward, eran interrumpidas cuando el dibujo se hallaba todavía incompleto, pero ahora se consolaba de ello, pues sabía que la cosa carecía de importancia. Otras, como la de Cronshaw, ofrecían un dibujo difícil de observar; era necesario cambiar de punto de vista y desterrar la vieja regla para encontrar justificación a una vida semejante.
Deterrando de sí su anhelo de felicidad, Philip pensó en desterrar asimismo su última ilusión. Su vida le había parecido horrenda cuando la medía pensando en la felicidad, pero ahora le parecía poderla medir con otro rasero. La alegría importaba poco, lo mismo que el dolor. Uno y otra formaban parte, así como los demás detalles de la vida, de la composición del dibujo. Por un instante le pareció estar por encima de las vicisitudes de su existencia y pensó que éstas no podrían atormentarle ya como antes. Cualquier accidente que ahora le ocurriera no significaría para él otra cosa que un movitvo más que añadir a la complejidad del dibujo. Cuando llegar al fin, experimentaría regocijo en verlo completo. Aquel dibujo sería una obra de arte, no menos bella por el hecho de que él solamente conociera su existencia. Y con su muerte dejaría de existir.
Philip era feliz.

Capítulo CVI. Servidumbre humana. W. Somerset Maugham

lunes, 26 de noviembre de 2007

Kurt Vonnegut / Un hombre sin patria

Los humanistas procuramos que nuestra conducta sea lo más decente, justa y honrosa que podamos, sin esperar recompensa ni castigo en otra vida... Yo quería que todo pareciese tener sentido, para que todos fuéramos felices, sí, en lugar de sentirnos heridos. Así que inventé mentiras que me sentaran bien y de este mundo triste conseguí hacer un Edén.

jueves, 22 de noviembre de 2007

Unos cuerpos son como flores / Luis Cernuda

Unos cuerpos son como flores,
otros como puñales,
otros como cintas de agua;
pero todos, temprano o tarde,
serán quemaduras que en otro cuerpo se agranden,
convirtiendo por virtud del fuego a una piedra en un hombre.

Pero el hombre se agita en todas direcciones,
sueña con libertades, compite con el viento,
hasta que un día la quemadura se borra,
volviendo a ser piedra en el camino de nadie.

Yo, que no soy piedra, sino camino
que cruzan al pasar los pies desnudos,
muero de amor por todos ellos;
les doy mi cuerpo para que lo pisen,
aunque les lleve a una ambición o a una nube,
sin que ninguno comprenda
que ambiciones o nubes
no valen un amor que se entrega.

sábado, 17 de noviembre de 2007

Reglas para la superviviencia de la novela / Vicente Verdú

El carácter propio y especial de la escritura literaria se caracteriza, por estos diez componentes, al menos:

1. La novela actual -o como quiera llamarse- deberá mostrarse enérgicamente resistente al intento de trasladarla al cine, al telefilme o a la vida el videojuego: la literatura hoy más que nunca debería alzarse como intransferible porque las historias novelescas al aroma del siglo XIX han sido ya usadas con diferentes métodos de explotación y lo fueron, precisamente, porque no existían entonces los guionistas a granel que actualmente redactan para crear productos audiovisuales. El destino de aquellas novelas fue atender precisamente a una demanda general sin capacidad para vivir otras vidas adicionales que no fueran las servidas por la fantasía de los libros.

2. La fantasía, la intriga -y tanto más cuanto más enrevesada resulta- debe considerase un recurso estereotipado e indicio, a la vez, de no aspirar a mucho más que un sudoku. Cualquier obra literaria actual debe insistir más que nunca en la categoría de su escritura. Es decir, en su habilidad para hacerse indispensable como medio de conocimiento y comunicación peculiar, insustituible en la iluminación y la clase de disfrute que procura. El gusto de la lectura se obtendrá no del artificio argumental, el suspense policiaco, los agentes especiales, los cofres por descerrajar o los misterios divinos, sino de la intensa degustación del texto, sin necesidad de conspiraciones ni extrañas travesías. Los intríngulis de esta literatura son más intríngulis que literatura. Vale para lo que vale y ni una distinción más.

3. No habrá de valerse la obra de ninguna estructura prefabricada mediante la cual el lector será conducido entre añagazas del oficio hasta la apoteosis final, tan propia de las antiguas revistas y la vulgaridad en las prestaciones. La narración literaria consciente de sí no aspirará a apoteosis final alguna tal como el destino tampoco existe en el proyecto vital de ahora, mientras la metafísica se disipa.
Lo que sucede día a día tiene hoy la forma del accidente y el carácter de la inmanencia, posee la belleza de lo instantáneo y la inteligencia de la negligencia. Ha terminado el proceso, la idea de la historia y de su trascendencia. Lo que cuenta es la belleza de la inmediatez, el texto convertido en un gozoso bocado de por sí.

4. La fragmentación de las historias, con sus anotaciones e intervalos mentales, tiende a copiar del blog y de la comunicación fragmentada omnipresente. Una novela contemporánea que no haya asumido esta clase de comunicación se ahogará en su jactancia. La ignorancia del blog y de los mensajes cortos, del discurso corto y cambiante, puede llevar, excepcionalmente, a una obra apreciable pero se tratará de esa clase de valor que encuentran las alhajas y los cuadros escondidos en el polvo de los museos. Una obra viva debe tener en su alma la actuación de su presente porque de otro modo contribuirá a hacer de la literatura la estampa de una dedicación embalsamada. ¿La muerte de la literatura? Sin duda diversos novelistas de hoy perviven gracias al culto funerario del género y al amparo de lectores melancólicos que transpiran alcanfor.

5. El desarrollo pues del libro no obedecerá a un hegemónico hilo argumental sino a una red de experiencias que hiladas, entrecruzadas o en racimo planteen un tutti frutti para el multipolar lector de hoy. Las obras con hilo -o cable- que se lanza pero que se enreda, que da a entender esto pero resulta ser lo otro, que juega, en fin, con el lector, denota no poseer otra cosa mejor de la que vivir y comercia con artículos de feria. Obras de escritores que imitan arrobados a aquellos otros que se ganaban la vida gracias a que sus clientes los leían o los escuchaban leer a la luz de las velas y, en general, no habían salido de la provincia.

6. La novela eminentemente nueva no deberá, desde luego, agarrarte por el cuello y llevarte así, del pescuezo, hasta su final, entre meandros y malabares. Contrariamente a estos modos circenses, la buena novela del XXI considerará la multiplicada sensibilidad del receptor mediático y la interacción. Estimará la belleza eficiente de la forma, la seducción estética y no el uso instrumental o perruno del lenguaje. Es decir,
la lectura no será una ansiedad que, entre jadeos y vigilias, buscará cuanto antes la revelación de la última página sino que paladeará cada párrafo a la manera de la slow food.
Lo propio de la literatura excelente será, hoy más que nunca, la belleza y perspicacia de la escritura.
Para contar una historia hay ahora abundantes medios, desde el telefilme al vídeo, más eficaces, más plásticos y vistosos.
La escritura, sin embargo, es insustituible en cuanto agudiza su ser, emplea las palabras exactas y no la palabra como un andén para llevar la obra a otra versión.
Los novelistas que escriben con la ambición de ser llevados al cine delatan su menosprecio por la escritura. O su incompetencia. Mejor harían con emplearse de cuentacuentos o copys.

7. El cine, la televisión, la realidad virtual pueden presentar escenarios y vicisitudes con mayor riqueza exterior pero la peripecia interior es el juego especial de la escritura y su máxima legitimación. Si la novela, el cuento, el ensayo, el libro, en fin, se justifica todavía sólo alcanza su indiscutible mérito en esta dirección. La dirección propicia para explorar en el interior de uno mismo o del otro hasta la extenuación.

8. ¿Ficción? Si la obra literaria, las fórmulas matemáticas, las piezas musicales son siempre y en todo caso autobiográficas, entonces ¿para qué fingir? Si, como se reconoce, la realidad supera siempre a la ficción, entonces ¿para qué fantasear? El autor habla mucho mejor de lo que conoce personalmente y peor de lo que maquina deliberadamente. La ficción, en fin, pertenece a los tiempos anteriores al capitalismo de ficción.
Si la literatura aspira a conocer algo más sobre el mundo y sus enfermos su elección es la directa, precisa y temeraria escritura del yo.
La transmisión de lo personal da sentido, carácter y contenido a la comunicación. No hay comunicación sin comunión, no hay comunión sin comunidad, no hay comunidad sin sinceridad, no hay sinceridad sin volcar lo personal.

9. La voz, en consecuencia, será la de la primera persona del singular. Trato directo entre el autor y el lector, entre las aventuras, las pasiones o los dolores que se comparten en la secuencia del texto.
El estilo en tercera persona es hoy el colmo de la falacia, la hipocresía, la cursilería, el amaneramiento o la vana pretensión de saberlo todo por parte del narrador a la manera insufrible de la voz en off en los años cincuenta del cine. No hay verosimilitud en esa voz que ahora se recibe como el cénit de la impostación, el reverso de la verosimilitud y la frescura. El autor/creador, que se endiosa atribuyendo a sus personajes el don de criaturas que adquieren vida propia, se despeña en su misma metáfora de acartonado Frankenstein.

10. Mejor haría en jugar y reírse de sí mismo porque ahora, toda obra de aire severo, sin humor, carece de un lugar soleado en el mundo de la comunicación. Podría decirse, incluso, que ninguna obra sin humor forma parte de la producción intelectual inteligente puesto que ningún genio en la historia de la humanidad prosperó sin la ironía sobre sí mismo. Los novelistas más serios son a la vez los más tediosos y, como corolario, los peores.
Sin ironía no hay contemporaneidad, sin ironía no existe visión de la iridiscencia del mundo y su variable composición.

Frente a estos diez virtuosos componentes se cometen los correspondientes pecados capitales. La novela -o como quiera que se llame- sin insustituible escritura, sólo con tema, se suicida actualmente por falta de destino. Muchos leen y suponen que están leyendo literatura o incluso un libro cuando, en realidad, prestan su atención a enmascarados guiones de cine, borradores de telefilmes o largos bocadillos de cómic. También, claro está, leen como algo contemporáneo a los sucedáneos del siglo XIX, sin cuestionarse su momificación, bien porque amen la palidez del vintage, abracen el olor a polvo, o bien porque no posean sentido del gusto en general.

El lector, como el consumidor, hoy más que nunca, se encuentra en condiciones de elegir entre una oferta muy personalizada, surtida y extensa. De su elección depende dar vida a los novelistas que escriben como estafermos o no.
La novela puede ser de este modo tanto un asunto de guardarropía, un legado apreciable como fruto histórico, o una literatura donde el autor, todavía vivo y despierto, se desafía para conocerse, conocer y comunicar. Todo ello sin la obispal solemnidad de los novelistas a la violeta que siguen autoestimándose como demiurgos y atribuyen a la literatura una supuesta misión de libertad, de salvación universal y de formidables tontadas por el estilo.

El novelista, como el pintor o el diseñador, como el compositor o el arquitecto, son trabajadores que, como todos los demás, tratan genéricamente de mejorar la vida. Nada de diferencias entre el productor y el creador, el trabajador y el artista. Unos y otros con sus condiciones y habilidades tratan de colocar su mercancía y se interesan por el placer que provocan en el receptor. ¿Gozos divinos? ¿Placeres indecibles? Zarandajas: el placer sólo reconoce la verdad o el sucedáneo, la ficción del placer, sólo distingue entre buenos y malos amantes. Brillantes y opacos escritores, como lúcidos y lelos ebanistas, lozanos y mustios cantautores, actrices o masajistas. -

jueves, 15 de noviembre de 2007

Tractatus de amore | Luis Antonio de Villena

I
No digas nunca: Ya está aquí el amor.
El amor es siempre un paso más,
el amor es el peldaño ulterior de la escalera,
el amor es continua apetencia,
y si no estás insatisfecho, no hay amor.
El amor es la fruta en la mano, aún no mordida.
El amor es un perpetuo aguijón,
y un deseo que debe crecer sin valladar.
No digas nunca: Ya está aquí el amor.
El verdadero amor es un no ha llegado todavía...

II
Y es que el verdadero amor -nos dicen- nunca jamás
se parece a su imagen.
Disociadas la forma y la materia,
se nos obliga a elegir,
considerando en más a la anterior morada.
(¡Pequeña traición, dulce retaguardia, muy humana!)
Porque el verdadero amor
coincide con sí mismo,
y dice bien Novalis
que todo será cuerpo
un día que anhelamos.
Columna de oro y niño de azul,
el tetractys entregado en la mirada,
tú fuiste al tiempo unísono
el amor y su imagen
y sólo la realidad
trastocó nuestros cuerpos
o confundió con falsa voz nuestra amistad equivocada.
Porque no siempre es posible el encuentro
y hostil es, a menudo, el bosque y su carcoma,
y se cubren los senderos de hojas malas...
Mas el verdadero amor, el alto amor,
-lo sé y te vi-
coincide, inevitablemente, con su alta representación afortunada.

III
¿Será el amor vencer tan sólo al cuerpo
con el cuerpo? Porque el ansia de beldad
empuja hacia dentro, para alcanzar un alma
confundida con las formas mismas de la materia...
Y al succionar los labios bebes alma,
y al estrechar el pecho tocas otro jardín
cuyas ramas te alcanzan. Queremos romper
el cuerpo para encontrar el cuerpo, bañarnos
en el pozo acuático de adentro con la imagen
misma que la luz nos muestra. Posesionar
el cuerpo para tocar un alma que es el mismo cuerpo.
Pues al ver y palpar el dorado desierto
de tu cuerpo, saltaba el alma en mis labios
deseando entrar en ti, restregarse a ti, ser en ti,
chupando tus axilas y tus nalgas y tu cuello,
ebria de ti, la absurda, la infame, la degenerada...

IV
Ya que el más alto amor es imposible.
Ya que no existe el alma pura convertida en cuerpo.
Ya que el instante detenido
(¡oh, párate un momento, eres tan bello!)
no es más que un grato sueño de la literatura.
Ya que se muda el dios de un día
y el tiempo torna falaz toda imagen armónica.
Ya que el eterno muchacho es sólo mito
y fugaz representación que solemniza el arte;
cuando alguien nos provoca amor,
cuando sentimos el ansia irreprimible
de estar con fuertemente, y de abrasarnos,
cuando creemos que aquel ser es toda
la dorada plenitud, sin dudar nos engañamos.
(Una magia y un deseo nos embaucan.)
No existe el sumo amor. Es tan sólo
un impulso del alma, y unas horas o unos meses,
ciegos, felices, burlados...

V
Aunque quizá todo esto es mentira.
Y el único amor posible (entiéndase, pues el Amor con mayúscula)
sea un ansia poderosa y humilde de estar juntos,
de compartir problemas, de darse calor bajo los cubrecamas...
Reír con la misma frase del mismo libro
o ir a servirse el vino a la par, cruzando las miradas.
Deseo de relación, de compartir, de comprender tocando,
de entrar en otro ser, que tampoco es luz, ni extraordinario,
pero que es ardor, y delicadeza y dulzura...
No la búsqueda del sol, sino la calma día a día encontrada.
El montón de libros sobre la mesa, tachaduras y tintas
en horarios de clase, el programa de un concierto,
un papel con datos sobre Ophuls y la escuela de Viena...
Quizá es feliz tal Amor, lleno de excepcionales minutos
y de mucha, mucha vulgaridad cotidiana...
Amor de igual a igual, con arrebato y zanjas, pero siempre amor,
un ansia poderosa, pobre, de estar unidos, juntos,
acariciar su pelo mientras suena la música
y hablamos de las clases, de los libros,
de los pantalones vaqueros,
o simplemente de los corazones...
Aunque quizá todo esto es mentira.
Y es la elección, elegir, lo que finalmente nos desgarra.

VI
Pero no utilices la palabra desprecio
si no aceptan el amor que regalas.
Si es un amor de palabras dulces,
de comprensión, de afecto, de ternura,
sabrás bien que el obsequio que
ofreces no lo has de dar tú solo...
Y si es pasión tu amor,
si es un arrebatamiento que desborda
y desdeña la vida cotidiana,
entonces el regalo recae sobre ti propio.
Desprecio no habrá en ningún caso.
Sólo carencia. Echar algo en falta.
Pero es que todo gran amor,
el poderoso amor, el importante amor
el que llenaría plenamente un vivir,
ése es siempre ausencia, hay un foso
siempre; lo ves y no lo alcanzas...

VII
Eres, al fin, el nombre de todos los deseos.
No importa sin en ti buscamos la solicitud o la amistad.
No importa si es el río dorado de la carne,
o el alma, el inasible alma,
siempre la última frontera.
Son tuyos todos esos nombres, y en ellos te vemos
pero nunca, jamás te acercas.
No eres el codiciado calor de la leña
que temen perder quienes tienen morada y compañero.
No eres el brillo acuático, ni la piel del ídolo solar
que buscan paseantes solitarios.
Tampoco la marcha alada, el cendal bello, la plática antigua
del que desea la corpórea forma (aunque espiritual) del ángel...
Sombrío dios sin devotos, les prestas tu mirar a todos ellos,
pero ninguno eres.
Estás siempre más allá, más lejos.
Y no te adornan aljabas ni rosas.
Ni proteges en tu seno a quienes nombran la palabra amor,
o dicen cumplirla, célibes y familiares.
Sobre tus largas uñas pones frío oro molido,
y en tus ojos oscuros dejas entrar la luna...
¿Qué nombre darte? ¿Amor Hipólito, Cupido?
Eres un dios de muertos. El dios, por excelencia.
Y pues que nada te cumple, ni rosas te sirven
ni anacreónticas imágenes.
Frío cuerpo de oro, las rojas amapolas te coronan
y las plantas del largo sueño eterno.

martes, 13 de noviembre de 2007

Del "Diario de la guerra del cerdo" / Adolfo Bioy Casares

La gente afirma que muchas explicaciones convencen menos que una sola, pero la verdad es que para casi todo hay más de una razón. Diríase que siempre se encuentran ventajas para prescindir de la verdad.

lunes, 12 de noviembre de 2007

Unos cuerpos son como flores / Luis Cernuda

Unos cuerpos son como flores,
otros como puñales,
otros como cintas de agua;
pero todos, temprano o tarde,
serán quemaduras que en otro cuerpo se agranden,
convirtiendo por virtud del fuego a una piedra en un hombre.

Pero el hombre se agita en todas direcciones,
sueña con libertades, compite con el viento,
hasta que un día la quemadura se borra,
volviendo a ser piedra en el camino de nadie.

Yo, que no soy piedra, sino camino
que cruzan al pasar los pies desnudos,
muero de amor por todos ellos;
les doy mi cuerpo para que lo pisen,
aunque les lleve a una ambición o a una nube,
sin que ninguno comprenda
que ambiciones o nubes
no valen un amor que se entrega.

jueves, 1 de noviembre de 2007

Discurso del buen ladrón. Nicanor Parra.

Acuérdate de mí cuando estés en tu reino
Nómbrame Presidente del Senado
Nómbrame Director del Presupuesto
Nómbrame Contralor General de la República.

Acuérdate de la corona de espinas
Hazme Cónsul de Chile en Estocolmo
Nómbrame Director de Ferrocarriles
Nómbrame Comandante en Jefe del Ejército.

Acepto cualquier cargo
Conservador de Bienes Raíces
Director General de Bibliotecas
Director de Correos y Telégrafos.

Jefe de Vialidad
Visitador de Parques y Jardines
Intendente de la Provincia de Ñuble.

Nómbrame Director del Zoológico.

Gloria al Padre
..................... Gloria al Hijo
........................................ Gloria al Espíritu Santo
Nómbrame Embajador en cualquier parte
Nómbrame Capitán del Colo-Colo
Nómbrame si te place
Presidente del Cuerpo de Bomberos.

Hazme rector del Liceo de Ancud.

En el peor de los casos
Nómbrame Director del Cementerio.

Nicanor Parra
De Obra gruesa (1969)

miércoles, 31 de octubre de 2007

Consideraciones / José Gutiérrez Román

I

Contra nosotros mismos los agravios
que cometimos.
La arrogancia que vistió nuestros actos
nos es devuelta en desamor, angustia, tormento.
Nada que nos diga que alguna vez
tuvimos los mapas del tesoro.

II

Quien nos enseñó a vivir
también nos presentó a la muerte.
Quien nos rescató del olvido
hizo de nosotros un fantasma a su antojo.
Nada tenemos que reprocharnos.
No fuimos ni mejores ni peores:
acaso desleales e ingratos
con quien nos dio su amor,
tal vez generosos con quien jamás nos quiso.

La decisión / Andrés Neuman

A Care Santos, que me contó la historia de su padre

Atravesó la puerta.
Dobló el abrigo negro,
vistió con él la silla.
Lentamente se dirigió al desván
aún con la maleta
de madera de pino en una mano.
Se detuvo a medir
la quietud de la casa: era perfecta.

Puso un pie en la escalera.
Hubo un ruido de pájaros huyendo.
Descansó la maleta en la primera tabla,
respiró luz y polvo.
Subió cada peldaño sin apresurarse,
aunque una ansiedad roja le latía por dentro.

Al llegar al final, dejó en un ángulo
la maleta y abrió los ventanales:
la tarde encendió lámparas de invierno.
Él buscó en una caja
los pinceles del tiempo en que era joven,
los frascos de pintura un poco secos
y se miró las manos.
Arrastró su equipaje, lo vació por completo,
lo dio vuelta
y partiendo con calma la madera
pintó la primavera en el reverso.

Andrés Neuman

viernes, 26 de octubre de 2007

Canto fúnebre a la muerte de Joaquín Pasos / Carlos Martínez Rivas

I

Con el redoble de un tambor
en el centro de una pequeña Plaza de Armas,
como si de los funerales de un Héroe se tratara;
así querría comenzar. Y lo mismo
que es ley en el Rito de la Muerte,
de su muerte olvidarme y a su vida,
y a la de los otros héroes apagados
que igual que él ardieron aquí abajo, volverme.

Porque son muchos los poetas jóvenes que antaño han muerto.

A través de los siglos se saludan y oímos
encenderse sus voces como gallos remotos
que desde el fondo de la noche se llaman y responden.

Poco sabemos de ellos: que fueron jóvenes y hollaron
con sus pies esta tierra. Que supieron tocar algún instrumento.

Que sintieron sobre sus cabezas el aire del mar
y contemplaron las colinas. Que amaron a una muchacha
y a este amor se aferraron al extremo de olvidarse de ellas.
Que todo esto lo escribían hasta bien tarde, corrigiendo mucho,
pero un día murieron. Y ya sus voces se encienden en la noche.

II

Sin embargo nosotros, Joaquín, sabemos
tanto de ti. Sé tanto… Retrocedo
hasta el día aquel en brazos de tu aya
en que, de pronto, te diste cuenta de que existías.

Y ante ese percatarte fuiste y fueron tus ojos
y el ver más puro fue que hasta entonces sobre
los seres se posara.
No obstante, los mirabas
sólo con una boba pupila sin destino,
sin retenerlos para el amor o el odio.
(Aún tus mismas manitas sabían ser más hábiles
en eso de coger un objeto y no soltarlo).
Una mañana te llevaron a una peluquería, en donde
te sentaron muy serio, y todo el tiempo
te portaste como un caballerito
y bromearon contigo los clientes. Todo esto
mientras te cortaban los bucles y te hacían
parecer tan distinto.
A la calle saliste después.
A la otra calle y a la otra edad, en la que se le pintan
bigotes a la Gioconda de Leonardo
y se es greñudo y cruel..
Mas luminosa irrumpe pronto la juventud.

Después, todos sabemos lo demás: el impuesto
que las cosas te cobraban. El fluir de los seres
que a tu encuentro acudían por turno, cada uno
con su pregunta
a la que tú debías responder con un nombre
claro, que en sus oídos resonara distinto
entre todos los otros, y poder ser sí mismos;
como sabemos que a Iaokanann llegaban
los hombres más oscuros, a recibir un nombre
con el que desde entonces
pudieran ser llamados por Dios en el desierto.

Y ése fue en adelante tu destino.

Por el que no podrías
ya nunca más mirar libremente la tierra.
Un mal negocio, Joaquín.

Por él supiste
que ante todas las cosas en que te detuvieras
el tiempo mandado, temblarías.

Que bastaba mirarlas
con los ojos que se te dieron un tiempo decoroso
para que se tornaran atroces:
el fulgor de un limón.
El peso sordo de una manzana.
El rostro pensativo del hombre.
Los dos senos jadeantes, pálidos, respirando
debajo de la blusa de una muchacha que ha corrido;
la mano que alcanza. Hasta las mismas palabras…

Todo había una esencia dentro de sí.

Un sentido
sentado en su centro, inmóvil, repitiéndose
sin menguar ni crecer,
siempre lleno de sí, como un número.

Y esa lista de nombres y esa suma total tú la tendrías
que hacer para el día de la ira o el premio.
Y al hacerla, pasar tú a ser ella misma.
Porque también te dieron a ti un nombre. Para
que de todo esto lo llenaras como un vaso precioso.
Que de tal modo dentro de ti lo incluyeras
-las noches estrelladas, las flores,
los tejados de las aldeas vistos desde el camino-
que al nombarlo te nombraras
tú: suma total de cuanto vieras.

Y para todo esto sólo se te dieron palabras,
verbos y algunas vagas reglas. Nada tangible.
Ni un solo utensilio de esos que el refriegue
ha vuelto tan lustrosos. Por eso pienso que
quizá -como a mí a veces- te hubiese gustado más pintar.

Los pintores al menos tienen cosas. Pinceles
que limpian todos los días y que guardan en jarros
de loza y barro que ellos compran.
Cacharros muy pintados y de todas las formas
que ideó para su propio consuelo el hombre simple.
O ser de aquellos otros que tallan la madera;
los que en un mueble esculpen una ninfa que danza
y cuya veste el aire realmente agita.

Pero es cierto que nunca
rigió el hombre su propio destino. Y a la dura
tarea mandada te entregaste del modo
más honorable que he conocido. Eso sí,
tú sabías bien en qué te habías metido.

A los obreros viste cuando van a la tienda. Observaste
cómo examinan ellos las herramientas y palpan el filo
y entre todos eligen una, la única: la esposa
para el alto lecho de los andamios.

De este modo elegías tú el adjetivo
debido, la palabra, y el verso cuyos rítmicos
pasos como los de un enemigo acechabas.
Hacer un poema era planear un crimen perfecto.
Era urdir una mentira sin mácula
hecha verdad a fuerza de pureza.

III

Pero ahora te has muerto. Y el chorro de la gracia contigo.

Mas dicho está, que nunca permitió Dios que aquello
que entre los mortales noblemente ardiera
se perdiese. De esto vive nuestra esperanza.

Difícil es y duro el luchar contra el Olimpo
acuoso de las ranas. Desde muy niños son
entrenados con gran maestría para el ejercicio de la Nada.

Mucho hay que afanarse porque lo otro
sea advertido. Y aun así, pocos son
los que entre el humo y la burla lo reconocen.

Pero, con todo, perseveramos, Joaquinillo. Descuida.

Redoblaremos nuestro rencor ritual, el de la cítara.
Nuestro alegre odio a saltitos.
La nuestra víbora de los gorgeos.
Y el Amor ganará.
Tú deja que tu sueño mane tranquilo.

Y si es que a algo has hecho traición muriendo,
allá tú.
No seré yo quien vaya a juzgarte. Yo, que tantas
veces he traicionado.
Por eso
no levanto mi voz tampoco contra la Muerte.
La pobre, como siempre, asustada de su propio poder
y de tantos ayes en torno al muerto, enrojece.

Tu muerte solamente tú te la sabes.

No atañe a los vivos su enigma, sino el de la vida.
Mientras vivamos sea ella olvidada como si eternos [fuéramos,
y esforcémonos.]
Tú, desde el Orco, gallo, despiértanos.

IV

Y a igual manera que las abejas de Tebas
-conforme el viejo Eliano cuenta- iban
a libar miel en labios del joven Píndaro;
llegue este canto hasta la pálida cabeza.
En tu pecho se pose y tu pico su pico hiera
sorbiendo fuego. En torno de tu frente aletee
tejiendo sobre ella una invisible corona.

Sus alas bata con más fuerza y hiendan
un espacio más alto sus noble giros.
El esfuerzo repita. Y otra vez. Y otra… Y su vuelo
por el cielo se extienda en anchos círculos.

Madrid, febrero de 1947

jueves, 25 de octubre de 2007

Pueblo, no plebe / Salomón de la Selva

PUEBLO, NO PLEBE

La independencia fue para que hubiese pueblo
y no mugrosa plebe:
hombres, no borregos de desfile;
para que hubiese ciudadanos;
para que júbilo goce la infancia en decencia de hogares sin miseria;
para que abunden los jardínes de recreo infantil;
y los juguetes;
y, mejores que las flores,
y más bulliciosos que los pájaros,
más dulces que las frutas, crezcan los niños
y maduren en salud y alegría
que el Estado ampare y el buen gobernante garantice,
porque la Patria, antes que todo, es madre.

Salomón de la Selva

jueves, 18 de octubre de 2007

Felices los normales, por Roberto Fernández Retamar

Felices los normales, esos seres extraños,
Los que no tuvieron una madre loca, un padre borracho, un hijo delincuente,
Una casa en ninguna parte, una enfermedad desconocida,
Los que no han sido calcinados por un amor devorante,
Los que vivieron los diecisiete rostros de la sonrisa y un poco más,
Los llenos de zapatos, los arcángeles con sombreros,
Los satisfechos, los gordos, los lindos,
Los rintintín y sus secuaces, los que cómo no, por aquí,
Los que ganan, los que son queridos hasta la empuñadura,
Los flautistas acompañados por ratones,
Los vendedores y sus compradores,
Los caballeros ligeramente sobrehumanos,
Los hombres vestidos de truenos y las mujeres de relámpagos,
Los delicados, los sensatos, los finos,
Los amables, los dulces, los comestibles y los bebestibles.
Felices las aves, el estiércol, las piedras.

Pero que den paso a los que hacen los mundos y los sueños,
Las ilusiones, las sinfonías, las palabras que nos desbaratan
Y nos construyen, los más locos que sus madres, los más borrachos
Que sus padres y más delincuentes que sus hijos
Y más devorados por amores calcinantes.
Que les dejen su sitio en el infierno, y basta.

jueves, 4 de octubre de 2007

Julio Scherer García

La sangre del político no es igual a la sangre del periodista. Corren por venas distintas y alimentan organismos distintos. No hay manera de unir sus torrentes sin envenenarlos.

Odio a los impostores...

De El pescador
Luciano de Samosata

Odio a los impostores, pícaros, embusteros y soberbios y a toda la raza de los malvados, que son innumerables, como sabes...

Pero conozco también a la perfección el arte contrario a éste, o sea, el que tiene por móvil el amor: amo la belleza, la verdad, la sencillez y cuanto merece ser amado.

Sin embargo, hacia muy pocos debo poner en práctica tal arte, mientras que debo ejercer para con muchos el opuesto. Corro así el riesgo de ir olvidando uno por falta de ejercicio y de ir conciendo demasiado bien el otro.

¿Sería Ciénaga o Santa Marta uno de los destinos de Joseph Conrad?

Por Ramón Illán Bacca

Costaguana es el país donde se desarrolla la novela Nostromo, de Joseph Conrad. En esta obra, por intrigas de la potencia que invierte en las minas de cobre —y por su miedo a la corrupción reinante— se ayuda a la secesión del país. Así, el territorio donde están las minas, llamado Sulaco, es declarado país soberano e independiente, y reconocido por la potencia dominante.

¿Suena a la separación de Panamá de Colombia?

Escrita en 1904, se sabe que ese hecho inspiró al autor. Ahora los estudiosos de Conrad dicen que en su viaje al Caribe como marinero de un barco francés atisbó las playas colombianas, y a lo lejos la Sierra Nevada de Santa Marta. Los venezolanos dicen que las playas avistadas fueron las suyas. Tanto Malcom Deas como Alejandro Gaviria se deciden por las playas colombianas y escriben que las descripciones corresponden a la bahía de Santa Marta, a las que les añadió las murallas de Cartagena, y el movimiento portuario de La Sabanilla de 1875, cuando pasó por aquí. También dicen que la montaña ‘Higuerota’, coronada de nieve y vista desde el mar, no puede ser otra que la Sierra Nevada. Nostromo fue concluida por Conrad en medio de dificultades económicas, que nunca le faltaron. Ahora todos los conferencistas y biógrafos reciben muy buenos honorarios por contarnos las penurias económicas de este autor.

Sin embargo, encuentro que en El misterio de los Buendía, de Guillermo Henríquez, el prologuista Carlos Uribe Celis dice que el sitio que inspiró a Conrad es Ciénaga. Su tesis se sustenta en que la mejor vista de la Sierra Nevada se puede apreciar desde allí. Y la prueba reina es que en Victory, otra sus novelas, se habla de “una costa pestilencial de manglares” y además de “un colombiano cazador de caimanes”, lo que según Uribe Celis no deja dudas de que Conrad estuvo en Ciénaga. Recuerdo haberle oído a Henríquez que la casa que describe el novelista es muy parecida a la Casa de la Aduana en Santa Marta, en esa época una casa galante.

En estos tiempos en que las palabras cambian de significado y ‘un estilista’ no es un escritor sino un peluquero, ‘un narrador’ es un locutor deportivo y un ‘creativo’ es un publicista; un ‘investigador’ es un historiador, aunque si se dice ‘un investigador privado’ es un detective.

Uno de estos investigadores me manda un correo en el que me dice que Conrad no recordaba mucho sobre ese viaje en el Caribe y que tuvo que pedirle ayuda a Cunninghame Graham, que sí conocía estos lados, para que le diera datos para su novela. Graham, un personaje insólito, lo puso en contacto con Santiago Pérez Triana. Hijo de presidente, escritor de cuentos infantiles, cocinero espléndido, club man y protagonista del escándalo del llamado ‘Petit Panamá’, no solo ayudó sino que inspiró uno de los más logrados personajes en Nostromo, José Altamirano.

Pongo mi grano de arena, pues creo que una de las pruebas del paso de Conrad por Ciénaga es cuando describe su cementerio. Dice Conrad: “Era tanto el calor que era inútil llorar, pues las lágrimas se evaporarían antes de llegar al suelo”. (Ahora me asalta la duda si la frase es de él o de Graham).

http://www.elheraldo.com.co/revistas/dominical/actual/noti4.htm

Pequeña oda a Tío Coyote, José Coronel Urtecho

PEQUEÑA ODA A TIO COYOTE

¡Salud a tío Coyote,
el animal Quijote!
Porque era inofensivo, lejos de la manada,
perro de soledad, fiel al secreto
inquietode su vida engañada
sufrió el palo, la burla y la patada.
Fue el más humilde peregrino
en los caminos de los cuentos de camino.
Como amaba las frutas sazonas,
las sandías, los melones, las anonas,
no conoció huerta con puerta,
infranqueable alacena
ni propiedad ajena,
y husmeando el buen olor de las cocinas
cayó en la trampa que le tendieron las vecinas
de todas las aldeas mezquinas
y se quedó enredado
en las concejas urdidas
por las viejas
campesinas.
Y así lo engendró la leyenda
como el Quijote de la merienda.
Pero su historia es dulce y meritoria,
y el animal diente-quebrado,
culo-quemado,
se ahogó en una laguna
buceando el queso de la luna.
Y allí comienza su gloria
donde su pena termina.

También así murió
Li-Tai-pó,
poeta de China.

José Coronel Urtecho

miércoles, 3 de octubre de 2007

La literatura tiene que abrirse paso por sí misma

En el XIII Festival Internacional de Arte, en Cali, cada artista con su tema

Letras y cine. Por su parte, el escritor Esteban Carlos Mejía, invitado al conversatorio sobre literatura y cine con el director Harold Trompetero, adelantó que no se trata sólo de establecer las diferencias entre una y otro, sino de dilucidar un fenómeno creciente y reciente: el afán de los escritores de que sus novelas sean llevadas al cine. “La literatura tiene que abrirse paso por sí misma”, dice. “Si uno desea que hagan una película de su obra, mejor hago un guión o un argumento para cine”, sostiene . El autor de Mentirás al prójimo como a ti mismo y I love you putamente explica que es muy difícil que el cine pueda dar cuenta de una obra literaria de la dimensión de En busca del tiempo perdido, de Proust, o de Cien años de soledad. “Por supuesto que ésto beneficia al cine, pero no a la literatura”, sentencia y que puede funcionar si se logra extraer la esencia del libro y escribir otro texto hasta lograr lo que de verdad se desea mostrar. Como un buen ejemplo de literatura llevada al cine cita a La vendedora de rosas, de Víctor Gaviria, quien tomó el cuento La niña de las cerillas, de Hans Christian Andersen, hizo una interpretación y una reescritura de la historia y luego una adaptación en el contexto de Medellín de los años 90, y no una traducción literal de la misma, lo que no hubiese funcionado. “Los chicos van a ver El Señor de los Anillos y no hallan la magia que les encantó al leer el libro. Salen iracundos y citan al pie de la letra hechos que no ven en el filme”, afirma.

http://www.elpais.com.co/historico/sep252007/VIVIR/eve02.html

Cine y literatura ¿un matrimonio llevadero?

El director de cine Harold Trompetero y el escritor Esteban Carlos Mejía, debatieron sobre la intrínseca relación entre cine y literatura, en el XIII Festival Internacional de Arte, Cali.

"La finalidad del cine no es perseguir un relato, sino procurar una experiencia estética": Harold Trompetero

"Siento una profunda reverencia por la palabra escrita. Además de los dioses, la letra es el máximo invento de la humanidad". Esteban Carlos Mejía

http://www.calibuenanota.com/especiales/festivaldearte/notas/Septiembre252007/conversatorio_cine_literatura.html

Tom-boy and little-women

Tom-boy and little-women

No nos equivoquemos sobre este punto.
Las niñas marimachas, chinvaronas, tom-boys
-como se diga-
que juegan sólo con muchachos, beisbol de lustradores,
trepadoras de rodillas raspadas,
con cicatriz visible y permanente en la ceja izquierda
impresa contra el filo de la piedra
de la poza absoluta de la infancia;
son sensibles, intensas bajo sus overoles,
y despliegan más tarde mamalias adorables
y hacen hombre al hombre
porque lo trataron
desde niñas y se lo saben desde dentro,
y ya adultas le amortiguan todo lo que
es demasiado duro, pulido e hiriente
como ebanistería enemiga.

Pero las otras, mujercitas, little-woman, damitas
-como se diga-
que juegan con muñecas y bordan y cocinan de mentira,
son más tarde mezquinas económas que esconden senos
ínfimos, metálicos y devienen
espeluznantes cónyuges,
paridoras de futuros misóginos,
como aquel desdichado que menciona
el doctor Rober Burton en Anatomy of Melancholy,
que no salía nunca, y cuando en su alta alcoba
alzaba los visillos, asomándose al tumulto de Londres,
si divisaba apenas una sombrilla o un talle, rompía a vomitar.

Carlos Martínez Rivas

jueves, 27 de septiembre de 2007

2 poemas 2 de Pablo Antonio Cuadra

LA NOCHE ES UNA MUJER DESCONOCIDA

Preguntó la muchacha al forastero:
¿Por qué no pasas?
En mi hogar está encendido el fuego.

Contestó el peregrino:
Soy poeta, sólo deseo conocer la noche.

Ella, entonces, echó cenizas sobre el fuego
y aproximó en la sombra su voz al forastero:
-¡Tócame! -dijo-. ¡Conocerás la noche!

De El jaguar y la luna, 1958 -1959


ABUELO, EN LA NOCHE

Esta es la casa que he perdido
habito en ella en sueños
y no quisiera hablar de ella
después que todo ha sido consumado.
Mis hijos han edificado sus casas en Babilonia
y yo atravieso el desierto para pasar veladas con ellos
escuchando afuera, al borde de la puerta impotente
el ruidoso río de automóviles que filtra sus aguas turbias en el umbral.

Hablamos de esto y de lo otro en la apretada salita
como conspiradores bajo el sofocante
y ordenado itinerario de los relojes
porque todos trabajan, duramente,
invirtiendo su vida en el negocio de perderla
y llegan llenos de cifras como los carpinteros de virutas
fatigados de información. Entonces, si yo recuerdo
si fácilmente caigo en las viejas historias
si abro para ellos las puertas de la casa
abren los ojos y me reconfortan con su alegría
-piensan tal vez que es posible el retorno-
porque ellos vivieron, ellos nacieron
y se criaron en la casa que perdimos
en la vieja casa grande junto al río
donde yo vuelvo ahora
donde yo vuelvo siempre
apenas cae un poco de sueño en mis ojos vacíos.

De Esos rostros que asoman en la multitud, 1963 - 1967)
Pablo Antonio Cuadra

sábado, 22 de septiembre de 2007

¿Quién es el ignorante?

¿Quién es el ignorante que mantiene que la poesía no es indispensable a los pueblos? Hay gentes de tan corta vista mental, que creen que toda la fruta se acaba con la cáscara. La poesía, que congrega o disgrega, que fortifica o angustia, que apuntala o derriba las almas, que da o quita a los hombres la fe o el aliento, es más necesaria a los pueblos que la industria misma, pues ésta les proporciona el modo de subsistir, mientras que aquélla les da el deseo y la fuerza de la vida.

José Martí
Ensayos sobre arte y literatura

viernes, 21 de septiembre de 2007

La ficción es una rica complejidad, John Cheever

“Lo que suelo decir es que la ficción no es cripto-autobiográfica: su esplendor reside en que no es autobiográfica. Tampoco es biográfica. Es una rica complejidad de autobiografía y biografía, de información –información fáctica, información espiritual, aprehensión. Consiste en reunir elementos dispares en algo que corresponde a una estética, una moral, un sentido de adecuación.”

John Cheever. / En una entrevista a Sequoia, revista literaria de la Universidad de Stanford, 1976, citada en el prólogo de George W. Hunt a Thirteen Uncollected Stories, 1994, Academy Chicago Publishers. Versión en español: El hombre al que amó y otros cuentos dispersos. punto de lectura, julio 2007. Traducción de Magdalena Holguín.

jueves, 20 de septiembre de 2007

Seducción. Desnudo. Elkin Restrepo.

Seducción

Y todo aquello,
los besos, los abrazos,
el delicado aroma
que te distinguía entre las otras,

si poco o nada significaron
¿por qué presta ahora
su emoción a estos versos?

No era una suerte común
la que nos esperaba,

de hecho una vez pasó
aquella tarde amorosa,

cada cual tomó por su lado
y fue al encuentro
de su verdadero amor.

¿Su verdadero amor?

Dejamos de avistarnos.

Después llegó el olvido
(que vence siempre
en su lucha
por atarnos a otras cosas),

hasta hoy
cuando la realidad del poema
me devuelve
a la ilusión de tus brazos.


Desnudo

Tu cuerpo desnudo
como un joven planeta
de cáscaras sonrosadas
y horas amarillas

(sumiso al ardor
que le da forma
y lo vuelve flor y duna).

Para que no se marchite,
el día lo ata
a sus húmedas
cárceles de deseo.

Tu cuerpo,
convertido de repente
en caídos
pétalos de luna.

De La visita que no pasó del jardín (2002)
Amores cumplidos (Antología, 2006)
Elkin Restrepo

martes, 18 de septiembre de 2007

Rubem Fonseca e seu duplo

Rubem Fonseca e seu duplo
Novo romance joga com fama de autor arrediode
Cláudia Nina. Jornal do Brasil, 12/4/03

Enquanto Rubem Fonseca se esforça ao máximo por parecer invisível, fugindo de câmeras e entrevistas, seu duplo, o narrador que lhe serve de alter ego em muitos de seus livros, é indisfarçavelmente um narcisista profissional. Não é novidade dizer que a literatura do autor reflete sobre si mesma (ela também narcisista) e nem que o narrador-personagem inúmeras vezes escreve enquanto é escrito. Também não é novidade que Rubem Fonseca goste de se repetir a cada nova obra. O diário de um fescenino, o mais recente romance, é mais um exemplo de tudo isto: o livro dentro do livro, a reflexão sobre a própria escrita, o narrador exibido e os elementos de sempre - o grotesco, muito sexo, crimes e suspense.
A repetição não diminui em nada a obra. Comparações com livros mais elaborados do autor, como Agosto, Vastas emoções, Bufo & Spallanzani, A grande arte, entre outros, parecem desnecessárias. O que importa é que Rubem Fonseca está de volta. Não aos contos, mas com um texto que faz a mistura de romance e diário. Ou um romance em forma de diário. É bom demais reencontrar aqui o que já se viu antes e reconhecer o traço, as tiradas geniais, o humor e a total liberdade em se mostrar - o narrador, não o autor - despuradoramente no centro de suas próprias atenções. Explica-se por que o narrador e não o autor: O diário de um fescenino, antes de ser algo semelhante às confissões de um sedutor ou às memórias de um obsceno, é uma ardilosa reflexão sobre o autor e os seus duplos; sobre os limites da ficção e a intromissão da arte literária na vida de quem a cria, da própria ficção como rede, em que personagens e criadores parecem atados num mesmo nó.
Quem escreve é Rufus (qualquer relação com o nome do autor é mera distração), escritor de livros sem diálogos, pois, como defende, ''o diálogo é sabidamente um recurso de escritores medíocres''. Um alter ego impiedoso, ingrato e irônico com seu criador, pois raros escritores são tão bons e convincentes nos diálogos como Rubem Fonseca. Ao escrever o diário, Rufus tenta exercitar esse ''pobre recurso'', contando um pouco do que lhe acontece numa rotina povoada de mulheres e traições. Os detalhes calientes dos encontros amorosos ganham, como sempre, um infalível tom de humor perverso, como nos momentos em que descreve os corpos das amadas: ''Henriette me esperava com uma lingerie que imaginava sedutora. Odeio esse tipo de roupa íntima consagrada pela moda e pela mídia, com rendinhas, enfeites, modelos que pretendem ser instigantes deixando um pedaço de bunda de fora, logo a parte mais feia, aquela com sua dobrinha frouxa.(...) A bunda perfeita é uma raridade.''
Mas o diário é só superficialmente o relato de um itinerário amoroso de um cabotino ''espalhador de sementes'', como ele se auto-define. Na verdade, Rufus planeja escrever um Bindungsroman, um romance de formação, algo muito mais nobre e importante do que aquele ''diário chinfrim''. Enquanto o tal romance não acontece, porém, é a confissão mesma que se desenrola. Entre um encontro sexual e outro, Rufus crava uma adaga afiada no escritor-mito e nos responsáveis pela idolatria aos autores. ''Idealizam o idiota que escreve, se apaixonam por um mito, esperam que ele realize seus delírios alegóricos. Os escritores são maus amantes, maus amigos, má companhia.'' Ao mesmo tempo em que utiliza frases de seus próprios livros ao se aproximar das mulheres, tenta se afastar do que escreveu. ''Nada tenho a ver com as coisas que são ditas nos meus livros.''
A reflexão vai ficando mais complexa à medida que Rufus se torna vítima de uma cilada e é acusado de crime de estupro (entra em cena o romance policial) e sua ficha literária recai sobre ele, pois os policiais e os juízes o acusam com base nos delitos sexuais que cometeu enquanto autor de suas histórias. Rufus acusa leitores e críticos de sofrerem de uma doença: a síndrome de Zuckerman, em referência ao personagem de Philip Roth e ao fato de muitos leitores associarem o narrador não apenas a um provável alter ego, mas ao próprio autor, responsável, por transferência, pelos mesmos atos de seus personagens. Rufus dá um recado especial aos críticos: ''Todo leitor padece desse mal, mesmo aquele que tem como profissão a crítica literária.''
Repleto de citações, pinçadas de outros autores que também fizeram suas confissões, reais ou fictícias, O diário de um fescenino é sobretudo um delicioso diálogo entre obras, biografias, personagens e autores duplicados pela escrita. Cotidiano e imaginação: onde termina um e começa o outro? A resposta vem do próprio Rufus: ''Quanto a mim, se não uso a minha imaginação, como neste instante, e falo apenas da realidade, estou sendo simplesmente o rabiscador de um diário, um registrador cotidiano e fidedigno de uma jornada de ocorrências, experiências e observações. Não sou um verdadeiro autor, ao escrever este diário. Literatura é imaginação.''
É claro que um livro de Rubem Fonseca que se preze tem sempre um caso policial no meio. E o narrador-personagem em questão acaba muito enrolado num desfecho crucial. O mais interessante em tudo isso, e o que consagra afinal um autor de estilo próprio, é a capacidade de enredar história e reflexão sem perder um segundo o controle do texto, num comando enxuto e irônico que marca toda obra. Sem firula. Mas também hábil nas palavras para não cair num simplismo frio e distante.
A desconstrução do gênero policial, questionando a própria narrativa ao mesmo tempo em que é escrita, uma das assinaturas de Rubem Fonseca, faz sua literatura duplicar-se, num requintado espelhamento. Mas não só a obra. É o paradoxo do narcisismo: enquanto o autor real mantém-se oculto, arredio e invisível, seus livros fazem o inverso ao homenagearem a si mesmos. Rubem Fonseca é, portanto, um autor duplicado.

Nadie camina solo. Julio Scherer García

Nadie camina solo
Julio Scherer García
México, D. F., 12 de mayo de 2003

No tengo recurso para responder a la generosidad del jurado aquí presente. Tampoco palabras para expresar la gratitud colectiva, la de mis compañeros y la mía, por la presencia de todos ustedes. Ocurre lo de siempre: para las ideas existen adverbios y adjetivos precisos, no para las emociones. Su universo es mágico. Sobre el premio a la trayectoria, debo decir: nadie camina solo. Un destino que no fuera común carecería de sentido.
Preparé unas cuartillas. Confío en que habré de leerlas con naturalidad:
Padecemos tiempos de zozobra. La brutalidad quedó suelta y el horror la acompaña. Los gobiernos de Estados Unidos y Cuba entregan cuentas lamentables. Entre Washington y La Habana, nuestra diplomacia no atina con una política certera. La parálisis que la aqueja me lleva de manera natural a la estampa de los boxeadores que bajan la guardia y dejan descubierto el mentón.
No existe proporción entre la furia genocida en Irak y el paredón siniestro en Cuba. Tampoco entre la muerte de miles que se mira con el frío de la distancia y el duelo personal e intransferible de los familiares y amigos entrañables. En Irak fueron asesinados niñas y niños tocados con la gracia de vivir. En la isla se entretejen viejas historias y agravios de años. No hay excusa para la muerte decretada desde arriba, el crimen del poder, pero sí grados de responsabilidad histórica, política y humana.
Bush y Castro viven la razón de Estado como eje y razón de su política. La ética, la moral pública de la que todos participamos, para ambos quedó perdida en algún sarcófago. Pero sus diferencias los llevan a polos opuestos. Bush se ha preparado para agredir a quien se le ponga enfrente y Castro, dictador implacable, noche a noche se prepara contra el bloqueo y sus consecuencias mayores. Bush legitima la violación territorial y Castro jura que sus ojos caribeños no verán jamás la belleza infinita de Cuba en las manos aborrecidas del imperio. Castro, indómito, vive en el riesgo extremo y Bush diseña su estrategia entre misiles invencibles.
Castro mantiene enhiesta la bandera de la dignidad soberana, pero a fuerza de vendavales, como el paredón abominable, la estrella solitaria podría desprenderse del mástil. Aun si esto ocurriera y a sabiendas de que el comandante arroja piedras contra la gloria, no podría desconocer que me hizo soñar y que los sueños, como los amores tienen vida eterna. A nadie daña la utopía de una América Latina soberana y dueña de sus tesoros.
Frente a los amagos que se barruntan -el Departamento de Estado condena una vez más a Castro, aberrante lo llama ahora- pienso que a Fidel le asiste la última razón, definitiva: si en Cuba quedara un último cubano vivo, de él sería la isla.
En México, el presidente Vicente Fox y el canciller Ernesto Derbez fueron explícitos a favor de la paz e implícitos en la condena de la guerra. La guerra y la paz son palabras rotundas y su binomio es indestructible en la unidad de los contrarios. No es válido mencionar una palabra y omitir la otra. Allá en Nueva York, durante los días de discusión entre los vencedores obvios y sus adversarios, todos sabíamos lo que iba a ocurrir. En el primer segundo, la sola bandera blanca de la paz quedó salpicada de sangre.
Nada se agradece como la claridad, sin la cual no hay argumento que se sostenga y nada fortalece tanto como una posición que se asume y defiende con ánimo decidido. No es nuestro caso. La diplomacia mexicana persiste en la ambigüedad. Hoy pagamos las consecuencias del empeño por ocupar una silla en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Los resultados están a la vista: el gobierno queda mal con uno y con otros, y lo ha hecho reiteradamente en nuestro nombre.
El mundo se ha endurecido y pienso que el periodismo habrá de endurecerse para mantenerse fiel a la realidad, su espejo insobornable. Si los ríos se enrojecen y se extienden los valles poblados de cadáveres víctimas del hambre y la enfermedad, así habrá que contarlo con la imagen y la palabra. Muchos no lo consideran así. En estos días he escuchado censuras por la manera como "Proceso" hizo sentir el escalofrío que nos llegó desde Irak. Cito un ejemplo:
Mis compañeros fijaron en la portada de la revista un cuadro bello y terrible. Se trata de una niña que parece soñar, apacible el rostro, pero su cuerpo está incompleto. Sin los pies, las piernas inútiles llevan metafóricamente a la pesadilla.
Personas cercanas, algunas muy queridas, me dijeron que nos entregábamos al morbo, a la seducción del horror, a la enfermedad amarilla. El mundo es más que "eso", reclamó una de ellas. Por supuesto que el mundo es más que "eso", repuse. Es el amor con mayúsculas, la sensualidad también con mayúsculas, la creación incesante, el bienestar ganado a pulso, la dicha que anda por ahí y habrá que atraparla, la muerte benévola. Pero subrayé que en el momento de la masacre en Irak, el mundo era sólo "eso", la niña cercenada.
Traje a cuento la inocencia de un pequeño judío polaco que levanta los brazos frente a los SS de Hitler; recordé a la vietnamita que huye del napalm, desnudo su cuerpo infantil y desnudo su pavor. Argumenté que fotografías cómo éstas caracterizan una época y que a la criatura de nuestra portada le estaba reservado igual destino.
Este tiempo, el del presidente Fox, dio el tiro de gracia al "Día de la Libertad de Prensa". Se trataba, bien lo sabemos, de un autohomenaje cínico del poder.
Los periodistas se reunían con el primer magistrado y lo invitaban a un festejo por las libertades de que disfrutaba el país, la primera, la expresión sin cerrojo. El presidente priista aceptaba, gustos. En los discursos, los periodistas hablaban de la luz refulgente de la prensa libre y el mandatario respondía con su reconocimiento a los comensales, hombres y mujeres de bien, hombres y mujeres de México.
Como a muchos, no me cabe el regocijo por el fin del espectáculo deprimente. Sin embargo, me parece que nada compensa el desdén del actual presidente de la República por la cultura y la palabra escrita. Su diálogo con una mujer campesina, analfabeta, a la que felicita por su ignorancia, que la aparta de los sinsabores que traen consigo los periódicos, debería quedar inscrito en alguna plaza pública para vergüenza de todos.
Me parece que el presidente se excede en su confianza por el embrujo de la televisión.
Me duele decirlo: un gobierno que se valora por su imagen, es un gobierno frívolo.
Pesadas tareas nos esperan a los periodistas. Ésta es nuestra pasión.
(*) Discurso pronunciado Julio Scherer García al recibir el premio a la trayectoria periodística que le otorgó el Consejo Ciudadano del Premio Nacional de Periodismo, el 7 de mayo de 2003. Scherer García fue director del periódico Excélsior y de la revista Proceso. Actualmente es presidente del Consejo de Administración de Comunicación e Información, S. A.

Lecturas en el puente (otra vez)

Por Ramón Illán Bacca

Algunos escritores amigos me reprochan que no comente sus libros. Estoy de acuerdo. Publicar un libro y que lo acompañe el silencio es muy doloroso. Tengo algunos en mi biblioteca que me exigen una mirada más atenta. Al ojearlos confieso que la primera frase es decisiva para continuar con su lectura. “Los gordos viven menos pero comen más”, leo en el libro de un autor polaco que me han prestado. Lo leeré después.

Una pariente lejana, Luz Enith Torres Rangel, me ha mandado su primera novela, Estelas. Empiezo a leerla. Un apunte sale del ejemplar que tengo en mis manos y dice “¿Qué es el encanto? Lo que hace que un hombre te pida el teléfono y una mujer el número de tu modista”, esto va bien.

Estoy arrepentido de no haber comprado un libro de Francisco Umbral, recientemente fallecido, en una librería de segunda. Pero la frase de arrancada era sintomática. “El cine es mejor que la vida. Porque en la vida ganaba Franco y en el cine, a veces, Gary Cooper”.

En la misma librería encontré una antología de poesía griega. “Pasa el dulce jarro elaborado con la tierra que me engendró, y a la cual habré de sustentar un día”. Nos dice Simónides. No lo compré en ese momento, ahora estoy arrepentido.

Decido buscar los libros que tengo en el batallón sagrado esperando su lectura tantas veces diferida. Extraigo de mis estantes Amor en grupo, del nadaísta Humberto Navarro alias ‘Cachifo’. Este ejemplar es fotocopiado. (En Barranquilla, durante los setenta y ochenta, las novelas se editaban y después se fotocopiaban. Salvo las obras de García Márquez, nunca habían segundas ediciones) Fue editado en la Argentina en 1974 y no circuló en este país porque, sospecho, hubo problemas en el pago de la edición. “El mundo es verde y sin embargo, no hay ninguna esperanza”, decía el autor que era un conversador de maravilla. Tal vez le pasó eso, tuvo el genio en su conversación y el talento en su escritura. Se dice que ‘Cachifo’ escribió la novela con una pistola al lado y entre párrafo y párrafo hacía disparos al techo para calmar los nervios. El libro, de lectura difícil, puede ser considerado una obra de culto.

Argumentos forenses de Nelson Barros me espera. En una de sus páginas encuentro esta gran verdad: “Las falacias son hermanas de madre de los argumentos legítimos. Por eso se parecen tanto a ellos”.

Y debo hablar de la relectura que le debo a El misterio de los Buendía de Guillermo Henríquez, que va por su tercera edición. El hecho es que con las celebraciones alrededor de García Márquez, se saturó el tema. Esto me obliga a una posterior columna con más atención a este libro fundamental en la bibliografía sobre nuestro premio Nobel y el modo de ser costeño.

En esto del batallón sagrado a veces se pifia uno (o más bien el autor). Pere Gimferrer es uno de los grandes poetas en lengua catalana y castellana. Pero ¿qué puede uno pensar cuando en su libro de poemas Request nos dice: Quiero para mis labios esta piel de gladiolo, / quiero para mis brazos este cuerpo de luz, / si desnuda no vienes, que me llamen Pocholo, / si desnuda no vienes a mis labios en cruz.

jueves, 13 de septiembre de 2007

El cacique Zenú. Raúl Gómez Jattin

El cacique Zenú

Llegaron los Gómez Fernández Morales y Torralbo
con ese Cristo muerto y amenazante e incomprensible
a cambiarnos la vida las costumbres y la muerte
¿Les iría tan mal en la tierra española
que cruzaron el mar en sus canoas de vela
a venirse a vivir para siempre con nosotros?
A mi parecer son agradables y buenos
pero su Semana Santa es nuestra época floridad
y si quieren rezar que lo hagan pero que no quieran
impedirnos que vayamos hasta la ciénaga
a buscar la icotea la babilla y el pájaro chavarrí
Me gustan sobre todo los Gómez y los Torralbo
y entre ellos don Tomás de la Cruz Gómez
que aunque era canónigo sabía hablar y reír
Sabía de todo y mucho y no se metía en mis creencias
Desde que lo mataron por revolucionario
-el ejército español- y colocaron su cabeza
en una jaula de hierro a la orilla del río
no he hablado con nadie tan íntimamente como con él
Ojalá que su dios se haya acordado de su alma
Por mi parte yo he rogado a los míos para que cuiden
a don Tomás y lo hagan olvidar lo que sufrió

Hijos del tiempo (1989)
Raúl Gómez Jattin

El día del Juicio Final

"A veces he soñado que cuando llegue el Día del Juicio Final y los grandes conquistadores y abogados y estadistas vayan a recibir sus recompensas –sus coronas, sus laureles, sus nombres grabados indeleblemente en mármol imperecedero-, el Todopoderoso se volverá hacia san Pedro y le dirá, no sin cierta envidia, cuando nos vea llegar con nuestros libros bajo el brazo: "Mira, ésos no necesitan recompensa. No tenemos nada que darles. Han amado la lectura".

Cómo se debe leer un libro / El lector corriente II. Virginia Woolf.
Citado por Harold Bloom, en El canon occidental, Anagrama, 1995, página 453.

Oda a unas palomas. Nicanor Parra.

ODA A UNAS PALOMAS

Qué divertidas son
estas palomas que se burlan de todo
con sus pequeñas plumas de colores
y sus enormes vientres redondos.
Pasan del comedor a la cocina
como hojas que dispersa el otoño
y en el jardín se instalan a comer
moscas, de todo un poco,
picotean las piedras amarillas
o se paran en el lomo del toro:
más ridículas son que una escopeta
o que una rosa llena de piojos.
Sus estudiados vuelos, sin embargo,
hipnotizan a mancos y cojos
que creen ver en ellas
la explicación de este mundo y el otro.
Aunque no hay que confiarse porque tienen
el olfato del zorro,
la inteligencia fría del reptil
y la experiencia larga del loro.
Más hipnóticas son que el profesor
y que el abad que se cae de gordo.
Pero al menor descuido se abalanzan
como bomberos locos,
entran por la ventana al edificio
y se apoderan de la caja de fondos.

A ver si alguna vez
nos agrupamos realmente todos
y nos ponemos firmes
como gallinas que defienden sus pollos.

De Poemas y antipoemas (Santiago, Nascimento,1954)

viernes, 7 de septiembre de 2007

Yo pecador, confieso que prefiero... Fernando del Paso

Yo pecador, confieso que prefiero

Yo pecador, confieso que prefiero
al pozo virgen, la trillada noria,
que no te quiero pura y sin historia,
que sin altares y ángeles te espero.

Yo pecador confieso que me esmero
en no rodearte de una eterna gloria:
yo te quiero mortal y transitoria,
transitoria y mortal: asi te quiero.

Yo pecador, te quiero desflorada,
con sollozos y muslos y agonía,
con temblores y pechos, con espasmos.

Te quiero solo así, virgen de nada,
así quiero quererte y que seas mía:

con histerias y risas, con orgasmos.

Fernando del Paso
Premio Feria del Libro Guadalajara, octubre 2007

domingo, 2 de septiembre de 2007

José Watanabe, 4 poemas 4

El anónimo (alguien, antes de Newton)
Desde la cornisa de la montaña
dejo caer suavemente una piedra hacia el precipicio,
una acción ociosa
de cualquiera que se detiene a descansar en este lugar.
Mientras la piedra cae libre y limpia en el aire
siento confusamente que la piedra no cae
sino que baja convocada por la tierra, llamada
por un poder invisible e inevitable.
Mi boca quiere nombrar ese poder, hace aspavientos, balbucea
y no pronuncia nada.
La revelación, el principio,
fue como un pez huidizo que afloró y volvió a sus abismos
y todavía es innombrable.
Yo me contento con haberlo entrevisto.
No tuve el lenguaje y esa falta no me desconsuela.
Algún día otro hombre, subido en esta montaña
o en otra,
dirá más, y con precisión.
Ese hombre, sin saberlo, estará cumpliendo conmigo.

De El huso de la palabra, 1989

La oruga
Te he visto ondulando bajo las cucardas, penosamente,
trabajosamente,
Pero sé que mañana serás el aire.
Hace mucho supe que no eras un animal terminado
y como entonces
arrodillado y trémulo
te pregunto:
¿Sabes que mañana serás en el aire?
¿Te han advertido que esas dos molestias aún invisibles
serán tus alas?
¿Te han dicho cuánto duelen al abrirse
o sólo sentirás de pronto una levedad, una turbación
y un infinito escalofrío subiéndote desde el culo?

Tú ignoras el gran prestigio que tienen los seres en el aire
y tal vez mirándote las alas no te reconozcas
y quieres renunciar,
pero ya no: debes ir al aire y no con nosotros.
Mañana miraré sobre las cucardas, o más arriba.
Haz que te vea,
quiero saber si es muy doloroso el aligerarse para volar.
Hazme saber
si acaso no es mejor no despegar nunca la barriga de la
tierra.

De Historia natural, 1994


El guardián del hielo
Y coincidimos en el terral
el heladero con su carretilla averiada
y yo
que corría tras los pájaros huidos del fuego
de la zafra.
También coincidió el sol.
En esa situación cómo negarse a un favor llano:
el heladero me pidió cuidar su efímero hielo.
Oh cuidar lo fugaz bajo el sol...
El hielo empezó a derretirse
bajo mi sombra, tan desesperada
como inútil.

Diluyéndose
dibujaba seres esbeltos y primordiales
que sólo un instante tenían firmeza
de cristal de cuarzo
y enseguida eran formas puras
como de montaña o planeta
que se devasta.
No se puede amar lo que tan rápido fuga.
Ama rápido, me dijo el sol.
Y así aprendí, en su ardiente y perverso reino,
a cumplir con la vida:
Yo soy el guardián del hielo.

De Cosas del cuerpo , 1999


Poema trágico con dudosos logros cómicos
Mi familia no tiene médico
ni sacerdote ni visitas
y todos se tienden en la playa
saludables bajo el sol del verano.

Algunas yerbas nos curan los males del estómago
y la religión sólo entra con las campanas alborotando los
canarios.

Aquí todos se han muerto con una modestia conmovedora,
mi padre, por ejemplo, el lamentable Prometeo
silenciosamente picado por el cáncer más bravo que las
águilas.

Ahora nosotros
ninguno doctor o notable
en el corazón de modestas tribus,
la tribu de los relojeros
la más triste de los empleados públicos
la de los taxistas
la de los dueños de fonda
de vez en cuando nos ponemos trágicos y nos preguntamos
por la muerte.

Pero hoy estamos aquí escuchando el murmullo de la mar
que es el morir.

Y este murmullo nos reconcilia con el otro murmullo del río
por cuya ribera anduvimos matando sapos sin misericordia,
reventándolos con un palo sobre las piedras del río tan
metafórico
que da risa.

Y nadie había en la ribera contemplando nuestras vidas hace
años
sino solamente nosotros
los que ahora descansamos colorados bajo el verano
como esperando el vuelo del garrote
sobre nuestra barriga
sobre nuestra cabeza
nada notable
nada notable.

De Álbum de familia, 1971

José Watanabe (1946-2007)

Dos poemas dos de Víctor Gaviria

He oído la noticia
He oído la noticia de que la carretera
hacia el pueblo de mi padre, Liborina, será
asfaltada en el próximo año:
fue para mí como si se me borraran de golpe
todas las letras y todas las palabras
que mi padre me dicta
a través del polvo blanco que levantan los autos
al pasar,
como si nunca más mi padre me volviera a escribir
sus cartas del pasado,
en estas páginas que sólo yo entiendo,
en donde dan altas voces de alegría y secreto
las clavellinas y los pastos del verano,
en donde yo duermo y muero muchos días antes
de morir...

Retrato 1999
Estos son el padre y sus dos
hijos: un retrato de familia que parece
una rama sobre una mesa de noche.
El niño de tres años va todo el día de un piso
a otro, subiendo y bajando las escaleras,
con un libro de cuentos en los brazos,
sin nada que hacer, ignorante de juegos,
pegado a él como a una tablilla
de salvación... Mi hija de seis años con su
monedera de cachirí, regalo de una fiesta,
en donde guarda sus monedas de cobre
que parecen el cielo que cambia de ánimo
a lo largo del día: luz dorada de la moneda
valiosa de mil pesos, pálida luz de la monedilla
que no suma nada para el Tesoro...
Monedas y libros,
cuentos con láminas donde vivir y dinero
que se busca como si fuera el verdadero amor,
fotos del padre que da vueltas por la casa
sin estar quieto para el retrato...

Víctor Gaviria
De La mañana del tiempo (2003)

Gumercinda: cuanto te extiendes, y otro poema otro, de Jorge Eduardo Argüello

GUMERCINDA CUANDO TE EXTIENDES
Gumercinda: cuando te extiendes
desnuda sobre el trigal
y yo te veo desde una altura moderada
desapareces por completo.
Es que tu piel tiene el mismo color del trigo
y lo único que diviso en mi telescopio
son tus ojos
y éstos parecen
pequeñas lagunas azules
agitadas por el viento.

TUBIS TUBIRINGA
Tubis-Tubiringa
me dijo el mago Bonol.
Esa es la palabra mágica
para escribir buenos versos de amor.

De Marbeck, 1976, y Labranza de los motivos, 1983
Jorge Eduadro Argüello