viernes, 29 de agosto de 2008

Refugio de pecadores

Esteban Carlos Mejía

Rabo de paja

Refugio de pecadores

LA CARÁTULA ES BLANCA, CON hirientes letras rojas y precario diseño. Detrás hay una advertencia: “El editor garantiza que este libro no ha recibido ningún premio”.

El editor es El Gaviero, no Maqroll sino otro, inspirado en la penetrante y esquiva criatura de Mutis. Los epígrafes son cuatro, de desusada extensión, y versan sobre lo mismo: la prostitución de las mujeres. Sigue un Pórtico, firmado por Jaime Jaramillo Escobar, el X-504 de toda una vida, y luego La casa de Resfa, escrita (o resucitada, da igual) por su nieto mayor, Carlos Mario Garcés Toro.

La casa de citas de doña Resfa Toro abrió a finales de los 50 en el centro de Medellín, en Carabobo con Vélez, junto al teatro Olympia, un cine de reestreno, en lo que hoy es una congestionada esquina de quincalleros a la vera de una estación del Metro. El negocio prosperó y se trasladó a un callejón al frente de Inextra, una fábrica de detergentes, al pie de El Poblado, el barrio de los ricos. Cerró hará cinco años, derrotada por legiones de estriptiseras, masajistas y chicas prepago. Su antigua ama y señora, reclama con compostura “el epitafio digno de una célebre meretriz: / Verdadera madre, amiga, confidente, refugio de pecadores”.

“En esa casa enorme, de profusos inciensos en la tarde y discretas luces en la noche”, transcurrieron los primeros años de la vida de Carlos Mario. Allí aprendió a leer: novelas de vaqueros de Marcial Lafuente Estefanía y poemas de Julio Flórez, Epifanio Mejía, Porfirio Barba Jacob. Después se encerró en la Biblioteca Pública Piloto a leer y a jugar ajedrez. Baudelaire. Rimbaud. Verlaine. Saint-John Perse. Jorge Manrique. Quevedo. Fray Luis de León. Robert Frost. Emily Dickinson. Cribó sus lecturas y se aficionó a Álvaro Mutis. De un tirón me declama Canción del este: A la vuelta de la esquina / un ángel invisible espera; / una vaga niebla, un espectro desvaído / te dirá algunas palabras del pasado. Y, ante la mirada atónita de la mesera que nos sirve el desayuno, los ojos se nos encharcan a ambos. “La poesía es un espejo, una respuesta a la existencia, aunque sin explicaciones”, dice. “Hoy no soy nada pero la nada que soy se la debo a la poesía”.

El año pasado, por los lados de la iglesia de La Veracruz, a dos cuadras de las esculturas de Botero, se topó con los restos vivientes de Mónica, la bella, la muchacha a la que amó en casa de su abuela. ¡Qué latigazo, Dios mío! Iluminado por los epitafios de Spoon River, de Edgar Lee Masters, en mes y medio compuso La casa de Resfa, 54 poemas conmovedores y descomplicados, tras la huella de Raúl Gómez Jattin, Víctor Gaviria, Adriana Cote, Elkin Restrepo y Jaime Jaramillo Escobar.

Ahora Carlos Mario, licenciado en Historia y Filosofía, es profesor en San Antonio de Prado, un corregimiento asentado en las montañas al suroccidente del Valle de Aburrá. Tiene inédito Diario de un maestro de escuela, texto que quizá sea una novela. No muestra afán. Quiere cribarlo, claro está, mientras desmenuza los recuerdos de su insólita adolescencia en el burdel más famoso de Medellín, Antioquia, tierra pródiga en putas y adulterios.

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Rabito de paja: ¿Se han puesto a pensar en el misterio de los nombres? ¿Quién es el hombre más veloz del planeta? Usain Bolt. ¿Qué quiere decir bolt en inglés? Flecha, saeta, relámpago o rayo. ¿Y cómo se llama el director científico del Jardín Botánico de Medellín? Cómo más va a ser, pues: Álvaro Cogollo.

  • El Espectador, 29 de agosto de 2008

viernes, 15 de agosto de 2008

Tres poemas tres de Anabel Torres

Medias nonas

Este título no ha tenido mucha acogida.
Después de un sondeo de opinión
he constatado que lo entienden con más facilidad
las mujeres
siempre y cuando no sean demasiado ricas o modernas.

Existe la esperanza en el fondo de cada mujer
de que a una media nona
le puede aparecer en cualquier momento la compañera,
pero la vida también nos ha demostrado
que ello es poco probable.

Las medias nonas gozan de gran popularidad entre las mujeres
sobre todo para las cosas que hacemos sin los hombres,
cuando ellos se van a estudiar o a la oficina.
Sirven para introducir la mano y sacudir el polvo,
esparcir cera, brillar muebles, guardar sueños, hacer traperos.
Sirven para lustrar zapatos, limpiar barbillas de bebé,
ocultar joyas o cartas de amor.
Sirven para recoger y donar a las monjas
que hacían y todavía puede que hagan preciosidades con ellas.
También para llevar cubiertos a un paseo de olla
o huevos duros.

Los únicos dos usos públicos que se conocen
de las medias sueltas
han sido registrados en su mayoría por hombres. Más espectaculares,
están documentados en cine, en videos y en la televisión:
llenas de arena o piedrecillas
son una cachiporra mortífera.
De nylon, sirven para atracar bancos y no ser reconocido.

Las medias nonas son misteriosas, útiles, versátiles,
de colores vistosos o suaves.
casi siempre son las más nuevas, las más bonitas,
las más finas, las más abrigadas,
las traídas de Escocia o Noruega,
las irremplazables.

Les dedico, pues, este libro
a mis amigas mujeres,
muchas de las cuales – yo incluída –
cada vez más tenemos menos miedo
de quedarnos sin pareja
con la confianza de que mis amigos hombres
se harán, con el correr del tiempo,
tan aficionados a las medias nonas como nosotras.

La caja negra

Cuando me estrelle contra el cerro
esto dirá
mi caja negra cuando la desmonten,
éste era el comando que la guiaba:
no rendirse. No rendirse.
No rendirse.

Seré entonces
una muertica más
partiendo a su penúltima morada,
a habitar el vestíbulo
sombreado de los helechos
y las solariegas puertas
del corazón de sus hijos.

Pero, caballeros,
yo no haré la mudanza
con la gracia y donaire requeridos
de una auténtica dama.

No pienso replegarme calladita en mi fotografía.
Aquí fuera
dejaré mi risa,
mi hula hula, mis libros y batallas preferidas,
mi música y mi dicha de bailar.

No renunciaré a esta calle.


Mi dueño

Mi dueño me ha dado avena,
avena recién girada,
caña de azúcar
picada.

Mi dueño me ha liberado
sobre sus verdes praderas,
el olor de la hierba recién cortada
más dulce aún, si cabe.

Saciada de placer
me han soltado a pastar.


Anabel Torres

¿Agoniza Macondo?

Esteban Carlos Mejía

Rabo de paja

¿Agoniza Macondo?

Por: Esteban Carlos Mejía
HACE COSA DE UN MES, EN LA XXI Semana Negra, en Gijón, España, los escritores colombianos Mario Mendoza y Nahum Montt se pusieron a despotricar contra García Márquez: “El realismo mágico agoniza” y “la fantasía, realidad e ilusión, leyenda y superstición de Gabo o lo que ellos llaman literatura ‘rural’, no convence en un país que demanda obras de denuncia social urbana y violenta”. (El Espectador, 15 de julio de 2008)

¡Qué vaina, hombre! Estos muchachos salen al exterior y se les suben los humos. Olvidan que son escritores y se vuelven aprendices de mercadeo: repiten, como cotorras, las babosadas de los gerentes de sus editoriales seudoplanetarias.

¿Agoniza Macondo? Si el encono es por las ventas, algo accidental a la literatura, recuerden que el libro más vendido en Colombia el año pasado fue Cien años de soledad, que cumplía 40 años de rozagante salud. Si la tirria es por una pretendida insuficiencia de García Márquez para reflejar la “vida misma”, me pregunto: ¿hasta cuándo perdurará entre nosotros la manía leninista de ver a la literatura como un espejo de la realidad? Prefiero imaginarme a los escritores de ficción como lo que son en verdad, creadores, y no meros copistas del entorno, amarga tarea a la que se dedican periodistas, historiadores, antropólogos, políticos, etcétera.

Cuando leo Cien años de soledad, su texto inconsútil –sin hilvanes ni costuras, como la túnica del Nazareno– obra maravillas en mi espíritu. No quiero que se acabe la frase que estoy leyendo, a sabiendas de que tarde o temprano llegará a su fin. Quiero que sea eterno el placer que siento, y no efímero, como por desgracia es. Dejo de ser y por unos instantes caigo a plenitud en el engaño que me propone la (buena) literatura: acepto como real algo que no lo es ni lo será nunca, algo ficticio, quimérico, el mejor invento de Melquíades. Y este artificio subsistirá mientras haya lectores que prefieran el uso de la imaginación a la mísera constatación de la miseria.

¿Acaso lo mágico, lo milagroso, lo mítico, lo legendario y lo fantástico no alcanzan para recrear las pedestres circunstancias de este país? ¿Mejor un realismo macarrónico que el realismo mágico? ¡Válgame, Dios! Descalificar a García Márquez resulta tan cándido (y tan fallido) como descalificar a Tolstói, Proust o Faulkner. Tan tonto, además, como deshonrar a Orhan Pamuk porque escribe sobre la vida provinciana en Turquía (otra nación repleta de “pornografía, drogas, prostitución y bandas callejeras”) o a Antonio Lobo Antunes porque, sin cansarse ni cansarnos, nos brinda su nostálgica visión de Lisboa y Benfica o de la guerra de Angola. Cada novelista es el demiurgo de su creación. Y punto. Lo demás son habladurías de abarroteros.

Mendoza, hazme caso, no te dejes tentar por “Aquel a quien la Biblia llama Satanás, el Adversario”, como aconseja uno de los epígrafes de tu novela. Vade retro, Satán. No confundas farándula con literatura ni marketing con crítica literaria. No te dejes llevar por la soberbia ni por la puerilidad. No digas más pendejadas, Mario. Mejor relee a García Márquez. O léelo, si es que, para tu infortunio, aún no lo has hecho, como lo dan a entender tus desdichadas declaraciones.

Rabito de paja

De Nahum Montt, el otro fulano de Gijón, no he leído nada y por eso callo. A riesgo de pecar de prejuicioso, voy a demorarme en frecuentar sus páginas. Con sus disparates sobre Macondo, me sobra y basta.

viernes, 1 de agosto de 2008

Dos izquierdas serían mejor que una

31 Jul 2008 - 8:11 pm El Espectador

Esteban Carlos Mejía

Rabo de paja

Dos izquierdas serían mejor que una

Por: Esteban Carlos Mejía
EMPIEZO CON UNA CITA DE NORberto Bobbio que, según la viscosidad con que se mire, resultará una perogrullada o una sumisa aceptación de la realidad: “Ningún izquierdista puede negarse a admitir que la izquierda de hoy ya no es la de ayer”.

¿Cómo es la izquierda de hoy en Colombia? ¿Una en dos o dos en una? ¿Su actual unidad es consecuencia de la más amplia crítica y de la más estricta autocrítica en cuestiones sustanciales como los socialismos del siglo 21, la democracia, el Estado, la soberanía nacional, el neoliberalismo, o, por el contrario, es apenas fruto de la oportunidad, las circunstancias y la coyuntura política?

A juzgar por un solo tema, —los zigzagueos y perplejidades frente a los métodos y propósitos de la llamada “insurgencia armada”—, creo que la izquierda colombiana, en la práctica, no tiene un polo sino dos.

En un polo languidece la izquierda minoritaria que cree que combinando todas las formas de lucha, vencerá. La que “no está ni a favor ni en contra de las Farc”. La que aún sostiene que “es también equivocada la idea de que la lucha armada ha perdido su vigencia en Colombia”. La que, sin pena ni gloria, añora el comunismo soviético. La que, en sigilo, considera que “el fin justifica los medios”. Para tales izquierdistas, el triunfo de la revolución justifica el narcotráfico, el secuestro, la extorsión, la aniquilación de la población civil, el reclutamiento forzoso y la violación a los derechos humanos. Para ellos, el socialismo (el fin) justifica el bandolerismo (los medios). Es el polo mamerto de la izquierda, dicho sin caridad ni cortesía, pues sus ideas y, sobre todo, sus acciones no merecen respeto sino escarnio y repudio.

El otro polo, para empezar por lo más sencillo, intenta llamar a las cosas por su nombre. Por ejemplo, al imperialismo norteamericano lo llama imperialismo norteamericano, y no “Imperio”, caricaturesco eufemismo sonsacado de La guerra de las galaxias con el que los Daniel Ortega y los Evo Morales —quizá la tendencia más atrasada de la izquierda latinoamericana— se refieren a Estados Unidos y sus políticas de hegemonía y globalización. Esa otra izquierda es la izquierda desarmada que denuncia a la parapolítica por su verdadero carácter, parauribismo. Una izquierda sin concesiones ni veleidades ni ambigüedades ni esguinces teóricos ni nada con la lucha armada, el foquismo guerrillero o el seudo maquiavelismo de la combinación de todas las formas de lucha. Una izquierda radicalmente civilista y a favor de un socialismo democrático y sostenible. Una izquierda opuesta a la explotación, la discriminación y la injusticia del capitalismo. Una izquierda no violenta, libertaria, pluralista, tolerante, igualitaria y pacífica. Una izquierda mayoritaria.

Por el bienestar de la sociedad colombiana sería muy bueno que estas dos izquierdas (el mamertismo y el socialismo democrático) se deslindaran y echaran a andar cada cual por su propio camino.

Rabito de paja

En este sentido, la franqueza ideológica, perspicacia política y capacidad crítica del Partido de los Trabajadores de Brasil (www.pt.org.br), el socialismo petista de Lula, son más inspiradoras que el bolivarismo de Chávez o el sandinismo de Ortega. Más estimulantes y menos lúgubres. Sin duda alguna.