jueves, 29 de septiembre de 2011

Tres poemas tres de Juan Manuel Roca

Poética

Tras escribir en el papel la palabra coyote
Hay que vigilar que ese vocablo carnicero
No se apodere de la página,
Que no logre esconderse
Detrás de la palabra jacaranda
A esperar a que pase la palabra liebre y destrozarla.
Para evitarlo,
Para dar voces de alerta
Al momento en que el coyote
Prepara con sigilo su emboscada,
Algunos viejos maestros
Que conocen los conjuros del lenguaje
Aconsejan trazar la palabra cerilla,
Rastrillarla en la palabra piedra
Y prender la palabra hoguera para alejarlo.
No hay coyote ni chacal, no hay hiena ni jaguar,
No hay puma ni lobo que no huyan
Cuando el fuego conversa con el aire.

Preguntas ante un busto del Reverendo Charles Lutwidge Dodgson, alias Lewis Carroll.
 

¿Qué puede hacer un descreído de sí
Que se aburre en el tiempo victoriano
De las puertas clandestinas y cerradas?
¿Cambiarse de nombre,
Dejar de llamarse Reverendo Dodgson
Y reinventar el mundo?
¿Vivir confinado en el sueño
Más a gusto que en una armadura de bronce?
¿Qué puede hacer un buen señor
Crecido en la doctrina de los buenos modales
Al escuchar a la reina de corazones
Vociferando a diestra y siniestra:
¡Córtenle la cabeza, córtenle la cabeza!
Pues todo lo que tenga cabeza
Puede ser decapitado? ¿Qué puede hacer?
¿Retratar niñas raptadas al futuro
Y a una impostergable soledad?
Reverendo Dodgson:
La vida, ¿una merienda de locos?
¿Un sombrero que cree
Que todas son las horas del té?
¿Un croquer de obedientes cortesanos
Cuyos mazos son pájaros flamencos?
¿Un juicio de pesadilla
En el trono de una reina de corazones?
¿La boca oscura de alguna madriguera?
¿El paso de las lunas del tiempo,
De acosados conejos pendientes
De las flechas rotas de un reloj?
¿Una pluma al aire
De las maquinaciones de la noche y el azar?
¿Lo subterráneo que aflora irremediable
sobre la fría piel de los espejos?
¿La creación de un Dios que sabe que la ley
Es mermelada ayer, mermelada mañana
Per nunca mermelada hoy?
¿Una corte de naipes en un reino sin razón?
¿Una estatua que desaparece
En la niebla de la ciudad
Como un gato en el aire?
Reverendo Dodgson,
No resulta imperativo que responda.

              Para Andrea Roca


Un paisaje escondido

                                    (La Floresta, Medellín, 1953)

Aún no sabíamos que nuestra extrañeza
Venía de que todo niño es extranjero,
Alguien que vive en una eterna periferia.
Ahora, recordar aquel barrio
Es como encender en la alcoba el interruptor:
La quebrada vuelve a bajar tormentosa
Y a dejar sobre los barrancos
Unos peces palpitantes que pueblan de ojos las orillas.
Alguien del vecindario
Alquilaba la luna
Como un balón suspendido sobre los patios del verano.
Los muchachos mayores
Permanecían en corrillo en las esquinas
Contando sus proezas
O sonando una batería de canecas oxidadas
Con baquetas de sauces y escobillas de ramas.
El olor de las pomas
Se fugaba de sus formas
Y entraba sin permiso en la ventanas.
Que aún llegaran, de tanto en tanto,
Los penumbrosos ladrones de ganado
Y las charcas croaran sin el estímulo de nadie
Era un oráculo que anunciaba la llegada
De las hormigas aladas y las lluvias.
El relincho súbito de un caballo
Recorría la calle y los cascos del percherón
Anunciaban el carromato de la leche,
Sus frascos que llenaban de un blanco de nube la mañana.
En el granero, entre latas de sardinas
Y un cardumen de esferas de alcanfor,
Los viejos partían manoseadas barajas
Y hablaban de sus pueblos
Como se habla de un perdido talismán.
Aunque fuera azul y expresionista,
No voy a hablarles del cielo, ese lugar común.
Una lagartija se desliza en medio de mis palabras.

             De Temporada de estatuas (Colección Palabra de Honor / Visor Poesía)

"Juan Manuel Roca nació en Medellín (Colombia), en 1946. Ha publicado, entre otros, los libros de poemas Memoria del agua (1973), Luna de ciegos (1975), Fabulario real (1980), País secreto (1987), Ciudadanos de la noche (1989), La farmacia del ángel (1995), Las hipótesis de nadie (2005) y Biblia de pobres (2009). Reconocido con numerosos premios y destacado por la crítica, se le considera uno de los poetas contemporáneos más importantes de América Latina.
 

Tras Biblia de pobres (Visor Poesía), Juan Manuel Roca se vuelca en uno de sus temas recurrentes, el del tiempo atrapado en el arte, para proponer una Temporada de estatuas. Son poemas que se informan a sí mismos de cómo encontrar la aguja en el pajar del lenguaje. Al libro lo atraviesan rasgos de una ironía que recuerda cómo las cosas sobreviven a sus dueños, mientras explora el arte de levantar o de arruinar estatuas, un asunto con el que el tiempo, de manera feroz e iconoclasta, entretiene su insomnio.
 

Se celebra a Brodski, a Carroll, nadie erige una estatua a Bakunin en la imposibilidad de esculpir el viento, la bruja de Goya sobrevuela la oscura noche del alma, el señor Rimbaud acepta que le hagan una estatua a condición de que le permitan fundirla para hacer balas y disparar contra su patria, Miguel Ángel nos recuerda que en todas las piedras del mundo hay una estatua dormida y que basta con eliminarles lo que sobra para encontrarla.
 

También aparece de manera arriesgada y podría decirse que celebratoria, su país, un territorio que en sus versos se mueve entre el asombro y la miseria."

miércoles, 28 de septiembre de 2011

El otro examen

"¿Cuándo tiene que hacerse el otro examen? ¿Y sí fue Cristian? Que si sí fue Cristian. Ah, bueno. ¿Y qué haces? Yo también. Ah, bueno, hágale."
           Una muchacha, estudiante u oficinista, hablando por celular en el Metro / jueves 21 de julio de 2011 / 1:19 p.m

viernes, 23 de septiembre de 2011

Al amanecer

"Me dijero que me llamaban y me llamaron a las once de la noche".
         Una voz al amanecer / miércoles 20 de julio de 2011 / 6:03 a.m.

jueves, 22 de septiembre de 2011

Tres poemas tres de Esther Fleisacher

La partida de la abuela
Anoché escuché risas en otro idiom
risas estridentes chocaban
                contra botellas de vodka
una áspera hacha buscaba leña
                en una montaña cubierta de nieve.

El abuelo me visitó en sueños
y yo me pregunto si querrá decir algo:

¿Será que mi padre me necesita?
¿Será que habrá un nacimiento en la familia?
¿Será que la abuela, muerta hace pocos días,
                          no ha llegado a reunirse con él
                                                             y la llama?
O, por el contrario, la abuela ya llegó
y juntos recuerdan viejos tiempos.


Un poema de amor
Pensaba que las lenguas extranjeras
sólo servían para pelear.

Las discusiones en árabe
para que los niños no entendieran,
ásperos gritos se enredan en la garganta
interrogando el alma y la curiosidad:
¿cómo hacían los abuelos
para decirse palabras de amor
antes de aprender el español?

El cine me hizo saber
del amor en muchos idiomas
y de los besos sin palabras.


Signos antiguos
En el bus
la mirada insiste en un rostro,
en una mano cogida del tubo
o en una manga sisa.

No es belleza ni coquetería,
atrapado por formas:
las ojeras profundas,
las uñas desiguales
o la redondez del brazo.
No logro descifrar
si se trata de signos antiguos.

Tal vez la tía Esther (llevo su nombre)
enterrada en Egipto
quiere revelarme algo
y no encuentra la manera.
Hablamos lenguas diferentes.

          De Canciones en la mente, 2011

Esther FleisacherPalmira (Valle del Cauca), Colombia, 1959.
Reside en Medellín desde 1965.
Narradora, poeta, editora y psicoanalista. Entre sus obras: Las tres pasas (cuentos, 1999), Cable a tierra (poemas, inédito. Ganador en las Becas de Creación del Fondo Mixto para la Promoción de la Cultura de Medellín, 2000), La flor desfigurada (cuentos, 2007. Ganador de la VII Convocatoria Becas de Creación Municipio de Medellín) y La risa del sol (novela, 2011)

jueves, 15 de septiembre de 2011

Tres poemas tres de Luis Alberto de Cuenca

Conversación

Cada vez que te hablo, otras palabras
escapan de mi boca, otras palabras.
No son mías. Proceden de otro sitio.
Me muerden en la lengua. Me hacen daño.
Tienen, como las lanzas de los héroes,
doble filo, y los labios se me rompen
a su contacto, y cada vez que surgen
de dentro -o de muy lejos, o de nunca-,
me fluye de la boca un hilo tibio
de sangre que resbala por mi cuerpo.
Cada vez que te hablo, otras palabras
hablan por mí, como si ya no hubiese
nada mío en el mundo, nada mío
en el agotamiento interminable
de amarte y de sentirme desamado.
      De La caja de plata, 1985
 
El desayuno

Me gustas cuando dices tonterías,
cuando metes la pata, cuando mientes,
cuando te vas de compras con tu madre
y llego tarde al cine por tu culpa.
Me gustas más cuando es mi cumpleaños
y me cubres de besos y de tartas,
o cuando eres feliz y se te nota,
o cuando eres genial con una frase
que lo resume todo, o cuando ríes
(tu risa es una ducha en el infierno),
o cuando me perdonas un olvido.
Pero aún me gustas más, tanto que casi
no puedo resistir lo que me gustas,
cuando, llena de vida, te despiertas
y lo primero que haces es decirme:
«Tengo un hambre feroz esta mañana.
Voy a empezar contigo el desayuno»

      De El hacha y la rosa, 1993
 
Cómo te defiendes de mí

Cómo te defiendes de mí.
Cómo resistes,
desde la torre de la ausencia,
agitando el pañuelo para siempre,
sin forma ni color,
humo tan sólo,
aérea y rígida en tu nube,
diciendo adiós al mundo y a mis brazos,
muerta y levísima.
Cómo te defiendes de mí.
Cómo, al fin, me derrotas
y me sepultas, también a mí,
en la tumba sin flores del olvido,
donde mis huesos no conozcan
la senda de tu cobardía.
      De Necrofilia, 1983
 
Luis Alberto de Cuenca
Poeta, traductor y ensayista español,Madrid, 1950.
Interrumpió los estudios de Derecho en la Universidad Complutense de Madrid para licenciarse en Filología Clásica. Fue director de la Biblioteca Nacional y Secretario de Cultura del gobierno español, obtuvo el Premio de la Crítica con La caja de plata, en 1985, y el Premio Nacional de Traducción con el Cantar de Valtario, en 1987.
Más obras poéticas: Los retratos, 1971; Elsinore, 1972; Scholia, 1978; Necrofilia, 1983; El otro sueño, 1987, y El hacha y la rosa, 1993. Sin miedo ni esperanza recoge, en seis partes, sesenta poemas escritos entre 1996 y 2002. Su poesía completa hasta 1996 está contenida en Los mundos y los días.

¡Dulce jueves!
http://dulcejueves.blogspot.com/

sábado, 10 de septiembre de 2011

Lo que nunca se sabrá

Esteban Carlos Mejía

Rabo de Paja

Por: Esteban Carlos Mejía

Medellín, 1939: una ciudad en pañales, con quintas fastuosas y barrios obreros en las lomas, y cielo azul y nubes blancas y brisas refrescantes.

Y mucha gente mezquina: racistas, clasistas, machistas. Como hoy, setenta años después.

En este ambiente mefítico, la familia Rojas Vélez es prestante y rica, dueña de fincas ganaderas, minas, trilladoras de café. Su única hija, Jimena, solterona de 37 años, enfermiza, acongojada por dudas y culpas, trata de adaptarse a esta aldea con ínfulas de urbe, tras pasar varios años en París. Nadie la entiende, nadie la ama. Sólo una muchacha de 25 años, Amanda Arboleda, hermosa, pelirroja, pobre, trabajadora, es capaz de aguantársela. Tal amistad, pura y casta, es la zancadilla que la vida provinciana pone a las dos mujeres.
En un arranque de generosidad, Jimena cede sus cuantiosos bienes a Amanda mediante un testamento que la familia no tarda en impugnar en un torbellino de inquina, codicia y arrogancia. Todo un melodrama, narrado con exquisita finura y habilidad estilística por María Cristina Restrepo en su más reciente novela, Lo que nunca se sabrá (Seix Barral, Biblioteca Breve, 226 páginas).

Y a conciencia digo melodrama. ¿Cuál es el problema? ¿La historia de una boba que se enamora de un aventurero, deja a su marido por este pillo y luego se le tira a un tren no es acaso un melodrama de principio a fin? Sí, y se llama Ana Karenina, del conde León Tolstoi. ¿O qué tal el relato de unas hijas desalmadas que abandonan a su anciano padre en una pensión cochambrosa? Le dicen Papá Goriot, de Honoré de Balzac, melodramático a la enésima potencia. ¿O qué decir de un tipo que mata al papá, se casa con la mamá y luego, para expiar sus faltas, se arranca los ojos? Edipo Rey, ni más ni menos, de Sófocles. Me temo que el melodrama es consustancial a la literatura. Y María Cristina Restrepo lo maneja con inocultable solvencia.

Algunos, carcomidos de lívida envidia, dicen que es imposible que una señora tan burguesa escriba tan bien. ¡Como si la capacidad de invención literaria dependiera de la cuna! Ella ni oculta ni se avergüenza de su origen social. Tal vez, por eso, tiende a identificarse con Edith Wharton, otra señora, de Nueva York y Boston, cuya novela The Age of Innocence ganó el premio Pulitzer en 1920. ¿En qué se parecen? En la buena educación y la elegancia al escribir, virtudes bastante escasas hoy en día.

Antes de Lo que nunca se sabrá, escribió dos novelas históricas, De una vez y para siempre (2000) y Amores sin tregua (2006), y una, digamos, novela de costumbres, La mujer de los sueños rotos (2009), sobre los estragos éticos de la mafia en la sociedad colombiana. Y el año pasado publicó un libro autobiográfico, El miedo, crónica de un cáncer, en Luna Libros, la editorial del poeta Darío Jaramillo Agudelo. No es, pues, una diletante ni una artesana: es una señora escritora. ¡Larga vida a María Cristina y a su obra!

Rabito de paja: Del Catecismo de la doctrina cristiana, (1599), padre Gaspar Astete: “Pregunto: ¿Quién se dice jurar en vano? Respondo: El que jura sin verdad, sin justicia o sin necesidad. Pregunto: ¿Qué remedio hay para no jurar en vano? Respondo: Acostumbrarse a decir sí o no como Cristo nos enseña.” ¿Oyó, Uribe? ¿Oyó?

jueves, 8 de septiembre de 2011

Tres poemas tres de Darío Jaramillo Agudelo

Encuentros
Arrodillado te degusto
te lamo y lamo
olfateo cada parte de ti
te aprendo con labios y nariz
te estremezco y ensalzo
subo y bajo
lengua de pezón a pubis
lengua de boca a oreja
interminable.
     De Cantar por cantar, 2001


Apariciones

Posees el gozo de su risa
pero debes saber que partirá.
Te inunda su alegría
te ilumina su rotunda carcajada
con una luz muy dulce,
pero no ignores que se irá.
Ella fluye,
ella es un líquido que detesta estancarse
ella es un pájaro que anida y emigra,
ella se irá.
Ella se irá y te dejará una marca de amor
que solamente curarás con su regreso efímero.
Entonces la verás de paso
y será como tropezar con el sol de la mañana
descubrir de nuevo su alegría,
nadar en ella
plácido
hasta un próximo encuentro inesperado.
      De Cantar por cantar, 2001


Conjuro

Que el azar me lleve hasta tu orilla,
ola o viento, que tome tu rumbo,
que hasta ti llegue y te venza mi ternura.
         De Cantar por cantar, 2001

Darío Jaramillo Agudelo nació en Santa Rosa de Osos (Colombia) en 1947.


Ha publicado los libros de poesía: Historias, 1974; Tratado de retórica, 1978; Poemas de amor, 1986; Del ojo a la lengua, 1995; Cantar por cantar, 2001; Gatos, 2003 y Cuadernos de música, 2008. En prosa ha publicado La muerte de Alec, 1983; Guía para viajeros, 1991; Cartas cruzadas, 1995; Novela con fantasma, 1996; Memorias de un hombre feliz, 1999; El juego del alfiler, 2002; Historia de una pasión, 2006; La voz interior, 2006 y Poesía en la canción popular latinoamericana, 2008.
¡Dulce jueves!

jueves, 1 de septiembre de 2011

Dos poemas dos, de Juan Vicente Piqueras

Tú yo
Amo mirar tus ojos desde dentro de ti.
Amo oírte decir: soy tuya.
Amo oírte decir: dime que soy tuya.
Estoy enamorado de nosotros.


Lázaro se niega a resucitar

Un día oí unas voces que venían de afuera.
Por fin voces de afuera, pensé, voces de otros
que llevan la luz dentro y que la dicen,
que me llegan del aire y no de mí.

Voces que al acercarse eran susurros.
Pasos que se pararon delante de mi puerta.
Alguien dijo: Aquí yace, como si lo leyese.
Callaron los demás.
Una voz me llamó: Lázaro, dijo,
levántate y anda.
Yo la reconocí pero fingí no oírla.
Me acordé de Jonás. Me quedé quieto.
Pensé: preferiría
no hacerlo, no salir nunca de aquí.

Conozco demasiado bien el mundo.
Allá afuera, lo sé, acecha el mal amor,
su amarga miel, su engaño, su amenaza.

Levántate de ti. Sal de tu tumba.
Pero yo detestaba los milagros.
Y además le tenía
demasiado cariño a mi vida de muerto.

Dejé pasar los años. Ahora espero
una voz que me llame, que me diga
lo que tengo que hacer, lo que deseo.

Juan Vicente Piqueras
Poeta español, 1960. Hijo y nieto de agricultores, cursó sus primeros estudios en la escuela mixta de Los Duques, aldea de apenas 100 habitantes donde vivio hasta los 16 años. Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Valencia, ha trabajado como locutor de radio, actor, guionista, traductor y profesor de español para extranjeros.
 
En 1985, Cuadernos Hispanoamericanos publica su primer libro de poesía Tentativas de un héroe derrotado. En 1987 la editorial italiana Stelle de Sassuolo publica Castillos de Aquitania. En 1991 le es otorgado el primer premio de poesía José Hierro con La palabra cuando. En 1999 le fue concedido el primer premio internacional Antonio Machado en Úbeda (Jaén) por su obra La latitud de los caballos, editada por Hiperión.

Sus últimos poemarios son La edad del agua (2004), Adverbios de lugar (2004), Palme (2005), Aldea (2006) y Palmeras (2007). Su libro Aldea obtuvo el Premio de la Crítica Valenciana y el Premio del Festival Internacional de Medellín.

Ha traducido al español obras del italiano Tonino Guerra, el bosnio Izet Sarajlic, la rumana Ana Blandiana y el griego Kostas Vrajnos.
  • Tentativas de un héroe derrotado (1985)
  • Castillos de Aquitania (1987)
  • La palabra cuando (1992), premio José Hierro.
  • La latitud de los caballos (1999), premio Antonio Machado.
  • La edad del agua (2004)
  • Adverbios de lugar (2004), accésit del premio Ciudad de Melilla.
  • Palme (2005)
  • Aldea (2006), premio Valencia de poesía, premio de la Crítica valenciana y Premio del Festival Internacional de Medellín.
  • Palmeras (2007)
  • La hora de irse (2011)

Su página web es http://www.juanvicentepiqueras.com