miércoles, 31 de octubre de 2007

Consideraciones / José Gutiérrez Román

I

Contra nosotros mismos los agravios
que cometimos.
La arrogancia que vistió nuestros actos
nos es devuelta en desamor, angustia, tormento.
Nada que nos diga que alguna vez
tuvimos los mapas del tesoro.

II

Quien nos enseñó a vivir
también nos presentó a la muerte.
Quien nos rescató del olvido
hizo de nosotros un fantasma a su antojo.
Nada tenemos que reprocharnos.
No fuimos ni mejores ni peores:
acaso desleales e ingratos
con quien nos dio su amor,
tal vez generosos con quien jamás nos quiso.

La decisión / Andrés Neuman

A Care Santos, que me contó la historia de su padre

Atravesó la puerta.
Dobló el abrigo negro,
vistió con él la silla.
Lentamente se dirigió al desván
aún con la maleta
de madera de pino en una mano.
Se detuvo a medir
la quietud de la casa: era perfecta.

Puso un pie en la escalera.
Hubo un ruido de pájaros huyendo.
Descansó la maleta en la primera tabla,
respiró luz y polvo.
Subió cada peldaño sin apresurarse,
aunque una ansiedad roja le latía por dentro.

Al llegar al final, dejó en un ángulo
la maleta y abrió los ventanales:
la tarde encendió lámparas de invierno.
Él buscó en una caja
los pinceles del tiempo en que era joven,
los frascos de pintura un poco secos
y se miró las manos.
Arrastró su equipaje, lo vació por completo,
lo dio vuelta
y partiendo con calma la madera
pintó la primavera en el reverso.

Andrés Neuman

viernes, 26 de octubre de 2007

Canto fúnebre a la muerte de Joaquín Pasos / Carlos Martínez Rivas

I

Con el redoble de un tambor
en el centro de una pequeña Plaza de Armas,
como si de los funerales de un Héroe se tratara;
así querría comenzar. Y lo mismo
que es ley en el Rito de la Muerte,
de su muerte olvidarme y a su vida,
y a la de los otros héroes apagados
que igual que él ardieron aquí abajo, volverme.

Porque son muchos los poetas jóvenes que antaño han muerto.

A través de los siglos se saludan y oímos
encenderse sus voces como gallos remotos
que desde el fondo de la noche se llaman y responden.

Poco sabemos de ellos: que fueron jóvenes y hollaron
con sus pies esta tierra. Que supieron tocar algún instrumento.

Que sintieron sobre sus cabezas el aire del mar
y contemplaron las colinas. Que amaron a una muchacha
y a este amor se aferraron al extremo de olvidarse de ellas.
Que todo esto lo escribían hasta bien tarde, corrigiendo mucho,
pero un día murieron. Y ya sus voces se encienden en la noche.

II

Sin embargo nosotros, Joaquín, sabemos
tanto de ti. Sé tanto… Retrocedo
hasta el día aquel en brazos de tu aya
en que, de pronto, te diste cuenta de que existías.

Y ante ese percatarte fuiste y fueron tus ojos
y el ver más puro fue que hasta entonces sobre
los seres se posara.
No obstante, los mirabas
sólo con una boba pupila sin destino,
sin retenerlos para el amor o el odio.
(Aún tus mismas manitas sabían ser más hábiles
en eso de coger un objeto y no soltarlo).
Una mañana te llevaron a una peluquería, en donde
te sentaron muy serio, y todo el tiempo
te portaste como un caballerito
y bromearon contigo los clientes. Todo esto
mientras te cortaban los bucles y te hacían
parecer tan distinto.
A la calle saliste después.
A la otra calle y a la otra edad, en la que se le pintan
bigotes a la Gioconda de Leonardo
y se es greñudo y cruel..
Mas luminosa irrumpe pronto la juventud.

Después, todos sabemos lo demás: el impuesto
que las cosas te cobraban. El fluir de los seres
que a tu encuentro acudían por turno, cada uno
con su pregunta
a la que tú debías responder con un nombre
claro, que en sus oídos resonara distinto
entre todos los otros, y poder ser sí mismos;
como sabemos que a Iaokanann llegaban
los hombres más oscuros, a recibir un nombre
con el que desde entonces
pudieran ser llamados por Dios en el desierto.

Y ése fue en adelante tu destino.

Por el que no podrías
ya nunca más mirar libremente la tierra.
Un mal negocio, Joaquín.

Por él supiste
que ante todas las cosas en que te detuvieras
el tiempo mandado, temblarías.

Que bastaba mirarlas
con los ojos que se te dieron un tiempo decoroso
para que se tornaran atroces:
el fulgor de un limón.
El peso sordo de una manzana.
El rostro pensativo del hombre.
Los dos senos jadeantes, pálidos, respirando
debajo de la blusa de una muchacha que ha corrido;
la mano que alcanza. Hasta las mismas palabras…

Todo había una esencia dentro de sí.

Un sentido
sentado en su centro, inmóvil, repitiéndose
sin menguar ni crecer,
siempre lleno de sí, como un número.

Y esa lista de nombres y esa suma total tú la tendrías
que hacer para el día de la ira o el premio.
Y al hacerla, pasar tú a ser ella misma.
Porque también te dieron a ti un nombre. Para
que de todo esto lo llenaras como un vaso precioso.
Que de tal modo dentro de ti lo incluyeras
-las noches estrelladas, las flores,
los tejados de las aldeas vistos desde el camino-
que al nombarlo te nombraras
tú: suma total de cuanto vieras.

Y para todo esto sólo se te dieron palabras,
verbos y algunas vagas reglas. Nada tangible.
Ni un solo utensilio de esos que el refriegue
ha vuelto tan lustrosos. Por eso pienso que
quizá -como a mí a veces- te hubiese gustado más pintar.

Los pintores al menos tienen cosas. Pinceles
que limpian todos los días y que guardan en jarros
de loza y barro que ellos compran.
Cacharros muy pintados y de todas las formas
que ideó para su propio consuelo el hombre simple.
O ser de aquellos otros que tallan la madera;
los que en un mueble esculpen una ninfa que danza
y cuya veste el aire realmente agita.

Pero es cierto que nunca
rigió el hombre su propio destino. Y a la dura
tarea mandada te entregaste del modo
más honorable que he conocido. Eso sí,
tú sabías bien en qué te habías metido.

A los obreros viste cuando van a la tienda. Observaste
cómo examinan ellos las herramientas y palpan el filo
y entre todos eligen una, la única: la esposa
para el alto lecho de los andamios.

De este modo elegías tú el adjetivo
debido, la palabra, y el verso cuyos rítmicos
pasos como los de un enemigo acechabas.
Hacer un poema era planear un crimen perfecto.
Era urdir una mentira sin mácula
hecha verdad a fuerza de pureza.

III

Pero ahora te has muerto. Y el chorro de la gracia contigo.

Mas dicho está, que nunca permitió Dios que aquello
que entre los mortales noblemente ardiera
se perdiese. De esto vive nuestra esperanza.

Difícil es y duro el luchar contra el Olimpo
acuoso de las ranas. Desde muy niños son
entrenados con gran maestría para el ejercicio de la Nada.

Mucho hay que afanarse porque lo otro
sea advertido. Y aun así, pocos son
los que entre el humo y la burla lo reconocen.

Pero, con todo, perseveramos, Joaquinillo. Descuida.

Redoblaremos nuestro rencor ritual, el de la cítara.
Nuestro alegre odio a saltitos.
La nuestra víbora de los gorgeos.
Y el Amor ganará.
Tú deja que tu sueño mane tranquilo.

Y si es que a algo has hecho traición muriendo,
allá tú.
No seré yo quien vaya a juzgarte. Yo, que tantas
veces he traicionado.
Por eso
no levanto mi voz tampoco contra la Muerte.
La pobre, como siempre, asustada de su propio poder
y de tantos ayes en torno al muerto, enrojece.

Tu muerte solamente tú te la sabes.

No atañe a los vivos su enigma, sino el de la vida.
Mientras vivamos sea ella olvidada como si eternos [fuéramos,
y esforcémonos.]
Tú, desde el Orco, gallo, despiértanos.

IV

Y a igual manera que las abejas de Tebas
-conforme el viejo Eliano cuenta- iban
a libar miel en labios del joven Píndaro;
llegue este canto hasta la pálida cabeza.
En tu pecho se pose y tu pico su pico hiera
sorbiendo fuego. En torno de tu frente aletee
tejiendo sobre ella una invisible corona.

Sus alas bata con más fuerza y hiendan
un espacio más alto sus noble giros.
El esfuerzo repita. Y otra vez. Y otra… Y su vuelo
por el cielo se extienda en anchos círculos.

Madrid, febrero de 1947

jueves, 25 de octubre de 2007

Pueblo, no plebe / Salomón de la Selva

PUEBLO, NO PLEBE

La independencia fue para que hubiese pueblo
y no mugrosa plebe:
hombres, no borregos de desfile;
para que hubiese ciudadanos;
para que júbilo goce la infancia en decencia de hogares sin miseria;
para que abunden los jardínes de recreo infantil;
y los juguetes;
y, mejores que las flores,
y más bulliciosos que los pájaros,
más dulces que las frutas, crezcan los niños
y maduren en salud y alegría
que el Estado ampare y el buen gobernante garantice,
porque la Patria, antes que todo, es madre.

Salomón de la Selva

jueves, 18 de octubre de 2007

Felices los normales, por Roberto Fernández Retamar

Felices los normales, esos seres extraños,
Los que no tuvieron una madre loca, un padre borracho, un hijo delincuente,
Una casa en ninguna parte, una enfermedad desconocida,
Los que no han sido calcinados por un amor devorante,
Los que vivieron los diecisiete rostros de la sonrisa y un poco más,
Los llenos de zapatos, los arcángeles con sombreros,
Los satisfechos, los gordos, los lindos,
Los rintintín y sus secuaces, los que cómo no, por aquí,
Los que ganan, los que son queridos hasta la empuñadura,
Los flautistas acompañados por ratones,
Los vendedores y sus compradores,
Los caballeros ligeramente sobrehumanos,
Los hombres vestidos de truenos y las mujeres de relámpagos,
Los delicados, los sensatos, los finos,
Los amables, los dulces, los comestibles y los bebestibles.
Felices las aves, el estiércol, las piedras.

Pero que den paso a los que hacen los mundos y los sueños,
Las ilusiones, las sinfonías, las palabras que nos desbaratan
Y nos construyen, los más locos que sus madres, los más borrachos
Que sus padres y más delincuentes que sus hijos
Y más devorados por amores calcinantes.
Que les dejen su sitio en el infierno, y basta.

jueves, 4 de octubre de 2007

Julio Scherer García

La sangre del político no es igual a la sangre del periodista. Corren por venas distintas y alimentan organismos distintos. No hay manera de unir sus torrentes sin envenenarlos.

Odio a los impostores...

De El pescador
Luciano de Samosata

Odio a los impostores, pícaros, embusteros y soberbios y a toda la raza de los malvados, que son innumerables, como sabes...

Pero conozco también a la perfección el arte contrario a éste, o sea, el que tiene por móvil el amor: amo la belleza, la verdad, la sencillez y cuanto merece ser amado.

Sin embargo, hacia muy pocos debo poner en práctica tal arte, mientras que debo ejercer para con muchos el opuesto. Corro así el riesgo de ir olvidando uno por falta de ejercicio y de ir conciendo demasiado bien el otro.

¿Sería Ciénaga o Santa Marta uno de los destinos de Joseph Conrad?

Por Ramón Illán Bacca

Costaguana es el país donde se desarrolla la novela Nostromo, de Joseph Conrad. En esta obra, por intrigas de la potencia que invierte en las minas de cobre —y por su miedo a la corrupción reinante— se ayuda a la secesión del país. Así, el territorio donde están las minas, llamado Sulaco, es declarado país soberano e independiente, y reconocido por la potencia dominante.

¿Suena a la separación de Panamá de Colombia?

Escrita en 1904, se sabe que ese hecho inspiró al autor. Ahora los estudiosos de Conrad dicen que en su viaje al Caribe como marinero de un barco francés atisbó las playas colombianas, y a lo lejos la Sierra Nevada de Santa Marta. Los venezolanos dicen que las playas avistadas fueron las suyas. Tanto Malcom Deas como Alejandro Gaviria se deciden por las playas colombianas y escriben que las descripciones corresponden a la bahía de Santa Marta, a las que les añadió las murallas de Cartagena, y el movimiento portuario de La Sabanilla de 1875, cuando pasó por aquí. También dicen que la montaña ‘Higuerota’, coronada de nieve y vista desde el mar, no puede ser otra que la Sierra Nevada. Nostromo fue concluida por Conrad en medio de dificultades económicas, que nunca le faltaron. Ahora todos los conferencistas y biógrafos reciben muy buenos honorarios por contarnos las penurias económicas de este autor.

Sin embargo, encuentro que en El misterio de los Buendía, de Guillermo Henríquez, el prologuista Carlos Uribe Celis dice que el sitio que inspiró a Conrad es Ciénaga. Su tesis se sustenta en que la mejor vista de la Sierra Nevada se puede apreciar desde allí. Y la prueba reina es que en Victory, otra sus novelas, se habla de “una costa pestilencial de manglares” y además de “un colombiano cazador de caimanes”, lo que según Uribe Celis no deja dudas de que Conrad estuvo en Ciénaga. Recuerdo haberle oído a Henríquez que la casa que describe el novelista es muy parecida a la Casa de la Aduana en Santa Marta, en esa época una casa galante.

En estos tiempos en que las palabras cambian de significado y ‘un estilista’ no es un escritor sino un peluquero, ‘un narrador’ es un locutor deportivo y un ‘creativo’ es un publicista; un ‘investigador’ es un historiador, aunque si se dice ‘un investigador privado’ es un detective.

Uno de estos investigadores me manda un correo en el que me dice que Conrad no recordaba mucho sobre ese viaje en el Caribe y que tuvo que pedirle ayuda a Cunninghame Graham, que sí conocía estos lados, para que le diera datos para su novela. Graham, un personaje insólito, lo puso en contacto con Santiago Pérez Triana. Hijo de presidente, escritor de cuentos infantiles, cocinero espléndido, club man y protagonista del escándalo del llamado ‘Petit Panamá’, no solo ayudó sino que inspiró uno de los más logrados personajes en Nostromo, José Altamirano.

Pongo mi grano de arena, pues creo que una de las pruebas del paso de Conrad por Ciénaga es cuando describe su cementerio. Dice Conrad: “Era tanto el calor que era inútil llorar, pues las lágrimas se evaporarían antes de llegar al suelo”. (Ahora me asalta la duda si la frase es de él o de Graham).

http://www.elheraldo.com.co/revistas/dominical/actual/noti4.htm

Pequeña oda a Tío Coyote, José Coronel Urtecho

PEQUEÑA ODA A TIO COYOTE

¡Salud a tío Coyote,
el animal Quijote!
Porque era inofensivo, lejos de la manada,
perro de soledad, fiel al secreto
inquietode su vida engañada
sufrió el palo, la burla y la patada.
Fue el más humilde peregrino
en los caminos de los cuentos de camino.
Como amaba las frutas sazonas,
las sandías, los melones, las anonas,
no conoció huerta con puerta,
infranqueable alacena
ni propiedad ajena,
y husmeando el buen olor de las cocinas
cayó en la trampa que le tendieron las vecinas
de todas las aldeas mezquinas
y se quedó enredado
en las concejas urdidas
por las viejas
campesinas.
Y así lo engendró la leyenda
como el Quijote de la merienda.
Pero su historia es dulce y meritoria,
y el animal diente-quebrado,
culo-quemado,
se ahogó en una laguna
buceando el queso de la luna.
Y allí comienza su gloria
donde su pena termina.

También así murió
Li-Tai-pó,
poeta de China.

José Coronel Urtecho

miércoles, 3 de octubre de 2007

La literatura tiene que abrirse paso por sí misma

En el XIII Festival Internacional de Arte, en Cali, cada artista con su tema

Letras y cine. Por su parte, el escritor Esteban Carlos Mejía, invitado al conversatorio sobre literatura y cine con el director Harold Trompetero, adelantó que no se trata sólo de establecer las diferencias entre una y otro, sino de dilucidar un fenómeno creciente y reciente: el afán de los escritores de que sus novelas sean llevadas al cine. “La literatura tiene que abrirse paso por sí misma”, dice. “Si uno desea que hagan una película de su obra, mejor hago un guión o un argumento para cine”, sostiene . El autor de Mentirás al prójimo como a ti mismo y I love you putamente explica que es muy difícil que el cine pueda dar cuenta de una obra literaria de la dimensión de En busca del tiempo perdido, de Proust, o de Cien años de soledad. “Por supuesto que ésto beneficia al cine, pero no a la literatura”, sentencia y que puede funcionar si se logra extraer la esencia del libro y escribir otro texto hasta lograr lo que de verdad se desea mostrar. Como un buen ejemplo de literatura llevada al cine cita a La vendedora de rosas, de Víctor Gaviria, quien tomó el cuento La niña de las cerillas, de Hans Christian Andersen, hizo una interpretación y una reescritura de la historia y luego una adaptación en el contexto de Medellín de los años 90, y no una traducción literal de la misma, lo que no hubiese funcionado. “Los chicos van a ver El Señor de los Anillos y no hallan la magia que les encantó al leer el libro. Salen iracundos y citan al pie de la letra hechos que no ven en el filme”, afirma.

http://www.elpais.com.co/historico/sep252007/VIVIR/eve02.html

Cine y literatura ¿un matrimonio llevadero?

El director de cine Harold Trompetero y el escritor Esteban Carlos Mejía, debatieron sobre la intrínseca relación entre cine y literatura, en el XIII Festival Internacional de Arte, Cali.

"La finalidad del cine no es perseguir un relato, sino procurar una experiencia estética": Harold Trompetero

"Siento una profunda reverencia por la palabra escrita. Además de los dioses, la letra es el máximo invento de la humanidad". Esteban Carlos Mejía

http://www.calibuenanota.com/especiales/festivaldearte/notas/Septiembre252007/conversatorio_cine_literatura.html

Tom-boy and little-women

Tom-boy and little-women

No nos equivoquemos sobre este punto.
Las niñas marimachas, chinvaronas, tom-boys
-como se diga-
que juegan sólo con muchachos, beisbol de lustradores,
trepadoras de rodillas raspadas,
con cicatriz visible y permanente en la ceja izquierda
impresa contra el filo de la piedra
de la poza absoluta de la infancia;
son sensibles, intensas bajo sus overoles,
y despliegan más tarde mamalias adorables
y hacen hombre al hombre
porque lo trataron
desde niñas y se lo saben desde dentro,
y ya adultas le amortiguan todo lo que
es demasiado duro, pulido e hiriente
como ebanistería enemiga.

Pero las otras, mujercitas, little-woman, damitas
-como se diga-
que juegan con muñecas y bordan y cocinan de mentira,
son más tarde mezquinas económas que esconden senos
ínfimos, metálicos y devienen
espeluznantes cónyuges,
paridoras de futuros misóginos,
como aquel desdichado que menciona
el doctor Rober Burton en Anatomy of Melancholy,
que no salía nunca, y cuando en su alta alcoba
alzaba los visillos, asomándose al tumulto de Londres,
si divisaba apenas una sombrilla o un talle, rompía a vomitar.

Carlos Martínez Rivas