lunes, 24 de octubre de 2011

Votar es jugar con plastilina

Rabo de paja

Votar es jugar con plastilina

Por: Esteban Carlos Mejía

Mi amiga Isabel Barragán llega emparamada, provocativa y bonita como siempre. “Se vinieron las elecciones”, dice, mientras se quita la chaqueta. “¿Por quién vas a votar?”. “Por la izquierda”, digo. Abre los ojos como si le fuera a echar gotas. “Que a Medellín se la lleve el diablo, pues. No jodás”. Alza un dedito y me da su opinión.

 

“Yo no sé si Luis Pérez sea bueno o malo, pero, no lo dudes, es un demagogo sin pudor. Busca el favor del pueblo con promesas fantasiosas. Una autopista de dos pisos sobre el río Medellín, o a los lados, desde Bello, al norte, hasta Sabaneta, al sur. Un centro de convenciones en la antigua Feria de Ganados, entre comuna y comuna. Cero fotomultas. Una granja para los que viven en la calle”. “El chamo de Caracas quiere ganar a toda costa”, digo. “¿Quién?”. “Jota Jota, el asesor”. “Mira, Estebitan, las elecciones las ganan o las pierden los candidatos, nunca sus asesores. Sólo los consejeros más ególatras o los más mañés creen en sus propias utopías”.

“¿Y Aníbal Gaviria?”, pregunto. “Todo un nerd”. “¿Hombre bueno tira a pendejo?”. “Tampoco. Es y parece honesto. No le fue mal como gobernador. Sacó puntajes sobresalientes”. “¿Tú crees en encuestas o qué?”. “En las de la Registraduría, sí”, dice con picardía. “Aníbal y Fajardo van juntos, uno por la Alcaldía de Medellín y el otro por la Gobernación de Antioquia”, digo. “Es una unión basada en los problemas de la región, no en sus posiciones políticas”, me replica. “O sea, la política es dinámica, como dicen por ahí”. “Babosadas. Es el arte de conciliar intereses. Ahora ellos dos coinciden. Mañana, ¿quién sabe?”. Indago por el candidato del Polo. “Muñoz, Luis Fernando”, dice. “Una santa paloma de la paz, un alma de Dios”. “Pues siquiera”.

Se pone a hablar de Antioquia: “Fajardo, como diría Norberto Bobbio, es ‘praxis sin doctrina’. Pretende estar más allá o por encima de las ideologías. ¿Te acordás cuando dijo ‘no soy uribista ni antiuribista’? Es un tecnoburócrata, caudillo sin partido. Promete que hará en Antioquia lo que ya hizo en Medellín”. “¿Será?”, me asombro. “¿Por qué no? Mejor malo conocido que pésimo por conocer”, dice, no sin marrulla. “¿Te refieres a Álvaro Vásquez?”. “Otro demagogo”, afirma. “Es el comodín de la anacrónica senadora Liliana Rendón, esa que dijo, palabra más, palabra menos, que a las mujeres las cascan por necias. Populachero. ‘Agua para todos. 250.000 empleos. Casas sin cuota inicial’. Godo regodo”. “¿Y el del Polo?”. “Rodrigo Saldarriaga, teatrero, controversial. Se declara ‘indignado’, como millones de personas en el mundo. Es marxista desde chiquito y, por tanto, ‘considera indigno ocultar sus ideas y propósitos’, según ordena el capítulo IV del Manifiesto comunista, de Marx & Engels. No gana pero hace oír su voz”. “¿Entonces quiénes van a ganar?”. “Ojalá fuera adivina”. Sonríe: “Te puedo decir, eso sí, quiénes se van a quemar... Los muchachitos del ubérrimo, Federico y Carlos Mario. ¡Qué achicharrada tan berraca!”. Me encojo de hombros: los votos son mera plastilina.

Rabito de paja: “La política conservadora de odios y de malos sentimientos busca seguir estratificando prejuicios que perdieron su base en la vida política del país”. Alfonso López Pumarejo, enero de 1941.

El Espectador, sábado 22 de octubre de 2011

jueves, 20 de octubre de 2011

Tres poemas tres de Ernesto Lumbreras

El jefe de la estación de trenes en su vejez,
pasa revista a sus novias difuntas
Pasó la vida sin verme enamorado
de todas las muchachas. Las quería
corriendo tras el canto de los grillos,
excitadas y trémulas, perdidas
en la luz del rayo verde que rocía
mis mejores ensueños. Ya pasaron
y me dieron sus ojos para verlas
todos los días y todas las noches
desde la casa azul de mi deseo.
Aquí no duermo más. Siempre despierto
las oigo ir y venir como a la lluvia
en las selvas del trópico. Muy lejos,
el pito del tren me vuelve a mis faenas.
Sin embargo las amo, bellas todas,
y no pienso dejarlas, vivo o muerto,
irse sin mí, llevando el pensamiento
de respirar el aire que las viste.

Corran, ríanse, canten, busquen grillos.
Con sus ojos las veo. Con mis ojos
las veré irse, como a la primavera,
cuando vuelve al infierno. Tropezando
con topos, con hormigas, con mis huesos,
algún día vendrán, aquí, conmigo,
a descifrar la música y los sueños
del agua que corre bajo la tierra.


¿Por qué habla tanto
la primavera en sus primeras incursiones?

La primavera quiere decirnos su secreto.
Me dijo hace tres noches: “El camino es llegar.
Marcho tras el invierno desde el primer día.
Enemigos no somos pero su estela amarga
degüella petirrojos, envenena las pláticas
del hospital de campo, vende luz con gusanos.
A los niños les rompe las tablas de sumar
corderos en la noche. Para las arboledas
dispone un mico blanco.” Demasiado de prisa
se irá la primavera. Lo que pudiste oír
consérvalo en tus ojos. Y si un día la muerte
te seduce, comienza, como un naturalista
a ordenar la ebriedad de Dios en tu cabeza.

(hospital de campo)

Se habló de un campo de cebollas. El furor como la inteligencia riega esta plantación. Tirado en sus márgenes presiento, bajo mi espalda, una gavilla de topos.

Ernesto Lumbreras. Poeta mexicano, (Ahualulco de Mercado, Jalisco, 1966).


Es autor de cuatro libros de poesía, entre los que se encuentran El cielo (1998) y Encaminador de almas (1999); y de la colección de ensayos Del verbo dar. Emboscadas a la poesía (2002). En 2006 publicó en Costa Rica una antología de sus poemas con el nombre de Veintisiete árboles amarillos. En 1991 recibió el Premio Nacional de Poesía Ciudad de La Paz por su poemario Órdenes del colibrí al jardinero; en 1992, el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes por su libro Espuela para demorar el viaje, y en 2007, el Premio Nacional Testimonio Chihuahua.

jueves, 13 de octubre de 2011

Tres poemas tres de Laura Yasan

Seis seis seis

muchachitas fatales
en blancos zoquetes chinos
        Indio Solari

yo quiero ser la seis seis seis
la anticristo new age
la más temida y succionar
de todo corazón la pulpa negra
el tibio jugo
la médula espinal como una auténtica
vampiro de rumania
ser yo la peor de todas
vengadora
y no esta bestia falsa
que no siente piedad
cuando mata una hormiga

            De Loba negra, 1999

la llave marilyn

el domingo cuidate
rubia
del teléfono

en el primer llamado estás pintada
al segundo estás verde
en el cuarto muerta

         De La llave Marilyn, Premio Casa de las Américas, 2008


Haceme prensa

sacame en las noticias
                inventame
cargá un prontuario salvaje y terminal
un acto delictivo
                que me busque la mafia
hombres tatuados que recorran
su larga cicatriz con el pulgar
revuelvan mis cajones
desgarren mi remera de dormir

dame otra vida mañana en las noticias
                 dame relieve
                               clase
quiero ser la heroína en los desaguaderos de la noche
el humo que corroe las piernas congeladas de las putas
evidencia y testigo presencial

sacá
                sacame en patrullero
subime a una mujer hecha de cables
abrile un titular ponele alias
frotala hasta que hable
                               no la mates
que aprenda a confesar en donde oculta
la llave de mi tedio

    De Cotillón para desesperados, 2001

Laura Yasan. Poeta argentina, Buenos Aires,1960.
Ha publicado los libros de poemas Doble de alma, (Tierra Firme, 1995); Cambiar las armas (Botella al mar, 1997); Loba negra (La bohemia, 1999 y Edit.Educa 1999), Cotillón para desesperados (La bohemia, 2001); Tracción a sangre (La bohemia, 2004), Ripio (Grupo Editorial latinoamericano, 2007) y la llave Marilyn (Editorial Casa de las Américas, Cuba, 2009 – Edic. del Dock, Argentina , 2010).
Loba negra recibió el Premio Único de Poesía EDUCA, Costa Rica, 1998, y el 3º Premio del Fondo Nacional de las Artes, Buenos Aires, 1998.  Cotillón para desesperados recibió Mención especial del jurado en el IV Premio Internacional de Poesía Ciudad de Medellín, Colombia. la llave marilyn recibió en Cuba el premio Casa de las Américas 2008.
http://www.laurayasan.com.ar/

jueves, 6 de octubre de 2011

Otros tres poemas tres de Juan Manuel Roca

Repertorio de sombras

Todos sabemos
Que hay una ciudad escondida en la ciudad,
En las tardes detenidas de los jubilados,
En sus historias mil veces recordadas
Con cafetales y caballos y bandoleros
Que tocaban guitarra al pie de las fogatas.
Una ciudad donde siempre,
En alguna esquina de las 5 de la tarde,
Es un domingo lluvioso de 1940.
En el Café Saint Moritz,
Una y otra vez suena una canción
Que habla del río Magdalena,
Una canción que insiste
En que el río se la pasa viajando
Mientras la lluvia apaga el golpeteo del billar
Y los ateridos charladores se agazapan
Tras el mercurio de las copas de aguardiente.
En el Pasaje Rivas, los coloridos baúles de hojalata
Y las poltronas de mimbre
Que parecen viejas damas sedentarias,
Esperan sin saberlo su adopción.
Más arriba, en el Pasaje Hernández,
Un callejón con marquesina
Que huele a eucalipto y humedad,
Se levatan los altares de Nadie:
Fotografías de desconocidos en un parque,
Anuncios de clínicas
Para muñecas heridas por el tiempo,
El retrato de una pulcra familia de provincia
Llegada a la capital el año 27,
Carteles desteñidos de un cine de barrio
Que todavía anuncian la revuelta de Espartaco,
La derrota irremediable del general Custer
O la triste historia de un borracho
Empacado en su abrigo hacia Siberia.
Todos sabemos
Que hay una ciudad escondida en la ciudad,
En los pequeños hoteles del centro
Donde abandonamos besos y jadeos
Tras llegar a una estación de tren
Poblada de hierros y fantasmas.
En la Plaza de los Mártires,
En su reventa de sueños,
Alguien compra el chaleco de uno que fue
Y sonríe ante el espejo
Como si cortejara a una dama.
Al hombre, al pálido funcionario
Que teclea peticiones y demandas,
Le suenan dos grillos en los zapatos
Cuando atraviesa el silencio del juzgado.
Hay una ciudad escondida en la ciudad,
En una plaza donde cae una lluvia leprosa
Desde el 15 de octubre de 1920,
En un terraplén
Por donde pasan los reclutas
De regreso al cuartel
Y la banda presidencial
Desentona en una marcha sobre un río extranjero.
Todos sabemos
Que hay una ciudad escondida en la ciudad,
En las voces anónimas que cruzan la calle,
En los campos de fútbol de barriada,
En un hipódromo
Abandonado al abuso de la hierba.
Por las dos ciudades
Corre el persistente rumor
De que hay vida en otra parte.


El arte de mutilar estatuas

En el principio fue la ruina.
Antes de que Eva encontrara
Un pomelo en la alacena,
De que el ángel fuera yeso,
Su espada yeso y yeso sus sandalias.
Los bárbaros
Fueron grandes hacedores de ruinas,
Peritos en mutilación de monumentos.
A su paso por las ciudades
Dejaban dioses inválidos,
Cónsules mancos y reinas necrosadas.
Se dice que los hijos de sus hijos
Aprendieron a mutilar estatuas
Como ninguno,
A desollar bestias de piedra
Mucho antes de la invención de los cañones.
A cada tanto
Les venía una gana tajamar
De oficiar el arte de las mutilaciones,
La espléndida arquitectura de las ruinas.
Aprendiz de bárbaro,
A veces creo que si apagáramos al hombre
Su ambición de centauro,
Si desmontáramos tantos falsos jinetes
De las estatuas ecuestres
Y solo quedaran en los parques
Caballos de bronce tras las rejas de la lluvia,
Podríamos cambiar la pompa de los museos
Por la humildad de los establos.
Es cuestión de oficio
Saber qué parte de una estatua cercenar.
                               Barcelona, octubre 15 de 2009


Catedral de sal

Sudan las paredes de la catedral su yodo milenario.
Cárcavas y catacumbas hechizadas por el blanco.
Gotea el tiempo como la mujer de Lot al pie de las fogatas.
Llevo en el bolsillo del saco el brillo de la marmaja,
Pedrusco plateado que los mineros llaman el oro de los tontos.
Afuera, la verde sabana resplandece
Y una tajada de luz besa las montañas.
La iglesia subterránea, con algo de enorme cetáceo
Se zambulle en el profundo mar de su silencio.
La iglesia, siempre dispuesta a devorar los pasos ciegos de la noche.
Te recorro, oculta catedral, gran bodega de rezos y flagelos,
Noche escondida bajo la capa vegetal,
Taller de lunas donde esculpen la nave de Dios,
Reloj de sol escamoteado en un descuido del mar.
La mina se ha trocado en barco carbonero,
En ballena blanca perseguida por las blasfemias
De un delirante capitán.
Los blancos acólitos encienden cirios en el saladar
Y las llaves de San Pedro se llenan de herrumbre.
Madre, no mires hacia atrás,
La fábula repite la vocación de las estatuas
Y tú vives en mí, que soy tu hechizada catedral.

                 De Temporada de estatuas

Juan Manuel Roca nació en Medellín (Colombia), en 1946. Ha publicado, entre otros, los libros de poemas Memoria del agua (1973), Luna de ciegos (1975), Fabulario real (1980), País secreto (1987), Ciudadanos de la noche (1989), La farmacia del ángel (1995), Las hipótesis de nadie (2005) y Biblia de pobres (2009). Reconocido con numerosos premios y destacado por la crítica, se le considera uno de los poetas contemporáneos más importantes de América Latina.