Por Ramón Illán Bacca
Algunos escritores amigos me reprochan que no comente sus libros. Estoy de acuerdo. Publicar un libro y que lo acompañe el silencio es muy doloroso. Tengo algunos en mi biblioteca que me exigen una mirada más atenta. Al ojearlos confieso que la primera frase es decisiva para continuar con su lectura. “Los gordos viven menos pero comen más”, leo en el libro de un autor polaco que me han prestado. Lo leeré después.
Una pariente lejana, Luz Enith Torres Rangel, me ha mandado su primera novela, Estelas. Empiezo a leerla. Un apunte sale del ejemplar que tengo en mis manos y dice “¿Qué es el encanto? Lo que hace que un hombre te pida el teléfono y una mujer el número de tu modista”, esto va bien.
Estoy arrepentido de no haber comprado un libro de Francisco Umbral, recientemente fallecido, en una librería de segunda. Pero la frase de arrancada era sintomática. “El cine es mejor que la vida. Porque en la vida ganaba Franco y en el cine, a veces, Gary Cooper”.
En la misma librería encontré una antología de poesía griega. “Pasa el dulce jarro elaborado con la tierra que me engendró, y a la cual habré de sustentar un día”. Nos dice Simónides. No lo compré en ese momento, ahora estoy arrepentido.
Decido buscar los libros que tengo en el batallón sagrado esperando su lectura tantas veces diferida. Extraigo de mis estantes Amor en grupo, del nadaísta Humberto Navarro alias ‘Cachifo’. Este ejemplar es fotocopiado. (En Barranquilla, durante los setenta y ochenta, las novelas se editaban y después se fotocopiaban. Salvo las obras de García Márquez, nunca habían segundas ediciones) Fue editado en la Argentina en 1974 y no circuló en este país porque, sospecho, hubo problemas en el pago de la edición. “El mundo es verde y sin embargo, no hay ninguna esperanza”, decía el autor que era un conversador de maravilla. Tal vez le pasó eso, tuvo el genio en su conversación y el talento en su escritura. Se dice que ‘Cachifo’ escribió la novela con una pistola al lado y entre párrafo y párrafo hacía disparos al techo para calmar los nervios. El libro, de lectura difícil, puede ser considerado una obra de culto.
Argumentos forenses de Nelson Barros me espera. En una de sus páginas encuentro esta gran verdad: “Las falacias son hermanas de madre de los argumentos legítimos. Por eso se parecen tanto a ellos”.
Y debo hablar de la relectura que le debo a El misterio de los Buendía de Guillermo Henríquez, que va por su tercera edición. El hecho es que con las celebraciones alrededor de García Márquez, se saturó el tema. Esto me obliga a una posterior columna con más atención a este libro fundamental en la bibliografía sobre nuestro premio Nobel y el modo de ser costeño.
En esto del batallón sagrado a veces se pifia uno (o más bien el autor). Pere Gimferrer es uno de los grandes poetas en lengua catalana y castellana. Pero ¿qué puede uno pensar cuando en su libro de poemas Request nos dice: Quiero para mis labios esta piel de gladiolo, / quiero para mis brazos este cuerpo de luz, / si desnuda no vienes, que me llamen Pocholo, / si desnuda no vienes a mis labios en cruz.
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