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jueves, 20 de octubre de 2011

Tres poemas tres de Ernesto Lumbreras

El jefe de la estación de trenes en su vejez,
pasa revista a sus novias difuntas
Pasó la vida sin verme enamorado
de todas las muchachas. Las quería
corriendo tras el canto de los grillos,
excitadas y trémulas, perdidas
en la luz del rayo verde que rocía
mis mejores ensueños. Ya pasaron
y me dieron sus ojos para verlas
todos los días y todas las noches
desde la casa azul de mi deseo.
Aquí no duermo más. Siempre despierto
las oigo ir y venir como a la lluvia
en las selvas del trópico. Muy lejos,
el pito del tren me vuelve a mis faenas.
Sin embargo las amo, bellas todas,
y no pienso dejarlas, vivo o muerto,
irse sin mí, llevando el pensamiento
de respirar el aire que las viste.

Corran, ríanse, canten, busquen grillos.
Con sus ojos las veo. Con mis ojos
las veré irse, como a la primavera,
cuando vuelve al infierno. Tropezando
con topos, con hormigas, con mis huesos,
algún día vendrán, aquí, conmigo,
a descifrar la música y los sueños
del agua que corre bajo la tierra.


¿Por qué habla tanto
la primavera en sus primeras incursiones?

La primavera quiere decirnos su secreto.
Me dijo hace tres noches: “El camino es llegar.
Marcho tras el invierno desde el primer día.
Enemigos no somos pero su estela amarga
degüella petirrojos, envenena las pláticas
del hospital de campo, vende luz con gusanos.
A los niños les rompe las tablas de sumar
corderos en la noche. Para las arboledas
dispone un mico blanco.” Demasiado de prisa
se irá la primavera. Lo que pudiste oír
consérvalo en tus ojos. Y si un día la muerte
te seduce, comienza, como un naturalista
a ordenar la ebriedad de Dios en tu cabeza.

(hospital de campo)

Se habló de un campo de cebollas. El furor como la inteligencia riega esta plantación. Tirado en sus márgenes presiento, bajo mi espalda, una gavilla de topos.

Ernesto Lumbreras. Poeta mexicano, (Ahualulco de Mercado, Jalisco, 1966).


Es autor de cuatro libros de poesía, entre los que se encuentran El cielo (1998) y Encaminador de almas (1999); y de la colección de ensayos Del verbo dar. Emboscadas a la poesía (2002). En 2006 publicó en Costa Rica una antología de sus poemas con el nombre de Veintisiete árboles amarillos. En 1991 recibió el Premio Nacional de Poesía Ciudad de La Paz por su poemario Órdenes del colibrí al jardinero; en 1992, el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes por su libro Espuela para demorar el viaje, y en 2007, el Premio Nacional Testimonio Chihuahua.

jueves, 13 de octubre de 2011

Tres poemas tres de Laura Yasan

Seis seis seis

muchachitas fatales
en blancos zoquetes chinos
        Indio Solari

yo quiero ser la seis seis seis
la anticristo new age
la más temida y succionar
de todo corazón la pulpa negra
el tibio jugo
la médula espinal como una auténtica
vampiro de rumania
ser yo la peor de todas
vengadora
y no esta bestia falsa
que no siente piedad
cuando mata una hormiga

            De Loba negra, 1999

la llave marilyn

el domingo cuidate
rubia
del teléfono

en el primer llamado estás pintada
al segundo estás verde
en el cuarto muerta

         De La llave Marilyn, Premio Casa de las Américas, 2008


Haceme prensa

sacame en las noticias
                inventame
cargá un prontuario salvaje y terminal
un acto delictivo
                que me busque la mafia
hombres tatuados que recorran
su larga cicatriz con el pulgar
revuelvan mis cajones
desgarren mi remera de dormir

dame otra vida mañana en las noticias
                 dame relieve
                               clase
quiero ser la heroína en los desaguaderos de la noche
el humo que corroe las piernas congeladas de las putas
evidencia y testigo presencial

sacá
                sacame en patrullero
subime a una mujer hecha de cables
abrile un titular ponele alias
frotala hasta que hable
                               no la mates
que aprenda a confesar en donde oculta
la llave de mi tedio

    De Cotillón para desesperados, 2001

Laura Yasan. Poeta argentina, Buenos Aires,1960.
Ha publicado los libros de poemas Doble de alma, (Tierra Firme, 1995); Cambiar las armas (Botella al mar, 1997); Loba negra (La bohemia, 1999 y Edit.Educa 1999), Cotillón para desesperados (La bohemia, 2001); Tracción a sangre (La bohemia, 2004), Ripio (Grupo Editorial latinoamericano, 2007) y la llave Marilyn (Editorial Casa de las Américas, Cuba, 2009 – Edic. del Dock, Argentina , 2010).
Loba negra recibió el Premio Único de Poesía EDUCA, Costa Rica, 1998, y el 3º Premio del Fondo Nacional de las Artes, Buenos Aires, 1998.  Cotillón para desesperados recibió Mención especial del jurado en el IV Premio Internacional de Poesía Ciudad de Medellín, Colombia. la llave marilyn recibió en Cuba el premio Casa de las Américas 2008.
http://www.laurayasan.com.ar/

jueves, 6 de octubre de 2011

Otros tres poemas tres de Juan Manuel Roca

Repertorio de sombras

Todos sabemos
Que hay una ciudad escondida en la ciudad,
En las tardes detenidas de los jubilados,
En sus historias mil veces recordadas
Con cafetales y caballos y bandoleros
Que tocaban guitarra al pie de las fogatas.
Una ciudad donde siempre,
En alguna esquina de las 5 de la tarde,
Es un domingo lluvioso de 1940.
En el Café Saint Moritz,
Una y otra vez suena una canción
Que habla del río Magdalena,
Una canción que insiste
En que el río se la pasa viajando
Mientras la lluvia apaga el golpeteo del billar
Y los ateridos charladores se agazapan
Tras el mercurio de las copas de aguardiente.
En el Pasaje Rivas, los coloridos baúles de hojalata
Y las poltronas de mimbre
Que parecen viejas damas sedentarias,
Esperan sin saberlo su adopción.
Más arriba, en el Pasaje Hernández,
Un callejón con marquesina
Que huele a eucalipto y humedad,
Se levatan los altares de Nadie:
Fotografías de desconocidos en un parque,
Anuncios de clínicas
Para muñecas heridas por el tiempo,
El retrato de una pulcra familia de provincia
Llegada a la capital el año 27,
Carteles desteñidos de un cine de barrio
Que todavía anuncian la revuelta de Espartaco,
La derrota irremediable del general Custer
O la triste historia de un borracho
Empacado en su abrigo hacia Siberia.
Todos sabemos
Que hay una ciudad escondida en la ciudad,
En los pequeños hoteles del centro
Donde abandonamos besos y jadeos
Tras llegar a una estación de tren
Poblada de hierros y fantasmas.
En la Plaza de los Mártires,
En su reventa de sueños,
Alguien compra el chaleco de uno que fue
Y sonríe ante el espejo
Como si cortejara a una dama.
Al hombre, al pálido funcionario
Que teclea peticiones y demandas,
Le suenan dos grillos en los zapatos
Cuando atraviesa el silencio del juzgado.
Hay una ciudad escondida en la ciudad,
En una plaza donde cae una lluvia leprosa
Desde el 15 de octubre de 1920,
En un terraplén
Por donde pasan los reclutas
De regreso al cuartel
Y la banda presidencial
Desentona en una marcha sobre un río extranjero.
Todos sabemos
Que hay una ciudad escondida en la ciudad,
En las voces anónimas que cruzan la calle,
En los campos de fútbol de barriada,
En un hipódromo
Abandonado al abuso de la hierba.
Por las dos ciudades
Corre el persistente rumor
De que hay vida en otra parte.


El arte de mutilar estatuas

En el principio fue la ruina.
Antes de que Eva encontrara
Un pomelo en la alacena,
De que el ángel fuera yeso,
Su espada yeso y yeso sus sandalias.
Los bárbaros
Fueron grandes hacedores de ruinas,
Peritos en mutilación de monumentos.
A su paso por las ciudades
Dejaban dioses inválidos,
Cónsules mancos y reinas necrosadas.
Se dice que los hijos de sus hijos
Aprendieron a mutilar estatuas
Como ninguno,
A desollar bestias de piedra
Mucho antes de la invención de los cañones.
A cada tanto
Les venía una gana tajamar
De oficiar el arte de las mutilaciones,
La espléndida arquitectura de las ruinas.
Aprendiz de bárbaro,
A veces creo que si apagáramos al hombre
Su ambición de centauro,
Si desmontáramos tantos falsos jinetes
De las estatuas ecuestres
Y solo quedaran en los parques
Caballos de bronce tras las rejas de la lluvia,
Podríamos cambiar la pompa de los museos
Por la humildad de los establos.
Es cuestión de oficio
Saber qué parte de una estatua cercenar.
                               Barcelona, octubre 15 de 2009


Catedral de sal

Sudan las paredes de la catedral su yodo milenario.
Cárcavas y catacumbas hechizadas por el blanco.
Gotea el tiempo como la mujer de Lot al pie de las fogatas.
Llevo en el bolsillo del saco el brillo de la marmaja,
Pedrusco plateado que los mineros llaman el oro de los tontos.
Afuera, la verde sabana resplandece
Y una tajada de luz besa las montañas.
La iglesia subterránea, con algo de enorme cetáceo
Se zambulle en el profundo mar de su silencio.
La iglesia, siempre dispuesta a devorar los pasos ciegos de la noche.
Te recorro, oculta catedral, gran bodega de rezos y flagelos,
Noche escondida bajo la capa vegetal,
Taller de lunas donde esculpen la nave de Dios,
Reloj de sol escamoteado en un descuido del mar.
La mina se ha trocado en barco carbonero,
En ballena blanca perseguida por las blasfemias
De un delirante capitán.
Los blancos acólitos encienden cirios en el saladar
Y las llaves de San Pedro se llenan de herrumbre.
Madre, no mires hacia atrás,
La fábula repite la vocación de las estatuas
Y tú vives en mí, que soy tu hechizada catedral.

                 De Temporada de estatuas

Juan Manuel Roca nació en Medellín (Colombia), en 1946. Ha publicado, entre otros, los libros de poemas Memoria del agua (1973), Luna de ciegos (1975), Fabulario real (1980), País secreto (1987), Ciudadanos de la noche (1989), La farmacia del ángel (1995), Las hipótesis de nadie (2005) y Biblia de pobres (2009). Reconocido con numerosos premios y destacado por la crítica, se le considera uno de los poetas contemporáneos más importantes de América Latina.

jueves, 29 de septiembre de 2011

Tres poemas tres de Juan Manuel Roca

Poética

Tras escribir en el papel la palabra coyote
Hay que vigilar que ese vocablo carnicero
No se apodere de la página,
Que no logre esconderse
Detrás de la palabra jacaranda
A esperar a que pase la palabra liebre y destrozarla.
Para evitarlo,
Para dar voces de alerta
Al momento en que el coyote
Prepara con sigilo su emboscada,
Algunos viejos maestros
Que conocen los conjuros del lenguaje
Aconsejan trazar la palabra cerilla,
Rastrillarla en la palabra piedra
Y prender la palabra hoguera para alejarlo.
No hay coyote ni chacal, no hay hiena ni jaguar,
No hay puma ni lobo que no huyan
Cuando el fuego conversa con el aire.

Preguntas ante un busto del Reverendo Charles Lutwidge Dodgson, alias Lewis Carroll.
 

¿Qué puede hacer un descreído de sí
Que se aburre en el tiempo victoriano
De las puertas clandestinas y cerradas?
¿Cambiarse de nombre,
Dejar de llamarse Reverendo Dodgson
Y reinventar el mundo?
¿Vivir confinado en el sueño
Más a gusto que en una armadura de bronce?
¿Qué puede hacer un buen señor
Crecido en la doctrina de los buenos modales
Al escuchar a la reina de corazones
Vociferando a diestra y siniestra:
¡Córtenle la cabeza, córtenle la cabeza!
Pues todo lo que tenga cabeza
Puede ser decapitado? ¿Qué puede hacer?
¿Retratar niñas raptadas al futuro
Y a una impostergable soledad?
Reverendo Dodgson:
La vida, ¿una merienda de locos?
¿Un sombrero que cree
Que todas son las horas del té?
¿Un croquer de obedientes cortesanos
Cuyos mazos son pájaros flamencos?
¿Un juicio de pesadilla
En el trono de una reina de corazones?
¿La boca oscura de alguna madriguera?
¿El paso de las lunas del tiempo,
De acosados conejos pendientes
De las flechas rotas de un reloj?
¿Una pluma al aire
De las maquinaciones de la noche y el azar?
¿Lo subterráneo que aflora irremediable
sobre la fría piel de los espejos?
¿La creación de un Dios que sabe que la ley
Es mermelada ayer, mermelada mañana
Per nunca mermelada hoy?
¿Una corte de naipes en un reino sin razón?
¿Una estatua que desaparece
En la niebla de la ciudad
Como un gato en el aire?
Reverendo Dodgson,
No resulta imperativo que responda.

              Para Andrea Roca


Un paisaje escondido

                                    (La Floresta, Medellín, 1953)

Aún no sabíamos que nuestra extrañeza
Venía de que todo niño es extranjero,
Alguien que vive en una eterna periferia.
Ahora, recordar aquel barrio
Es como encender en la alcoba el interruptor:
La quebrada vuelve a bajar tormentosa
Y a dejar sobre los barrancos
Unos peces palpitantes que pueblan de ojos las orillas.
Alguien del vecindario
Alquilaba la luna
Como un balón suspendido sobre los patios del verano.
Los muchachos mayores
Permanecían en corrillo en las esquinas
Contando sus proezas
O sonando una batería de canecas oxidadas
Con baquetas de sauces y escobillas de ramas.
El olor de las pomas
Se fugaba de sus formas
Y entraba sin permiso en la ventanas.
Que aún llegaran, de tanto en tanto,
Los penumbrosos ladrones de ganado
Y las charcas croaran sin el estímulo de nadie
Era un oráculo que anunciaba la llegada
De las hormigas aladas y las lluvias.
El relincho súbito de un caballo
Recorría la calle y los cascos del percherón
Anunciaban el carromato de la leche,
Sus frascos que llenaban de un blanco de nube la mañana.
En el granero, entre latas de sardinas
Y un cardumen de esferas de alcanfor,
Los viejos partían manoseadas barajas
Y hablaban de sus pueblos
Como se habla de un perdido talismán.
Aunque fuera azul y expresionista,
No voy a hablarles del cielo, ese lugar común.
Una lagartija se desliza en medio de mis palabras.

             De Temporada de estatuas (Colección Palabra de Honor / Visor Poesía)

"Juan Manuel Roca nació en Medellín (Colombia), en 1946. Ha publicado, entre otros, los libros de poemas Memoria del agua (1973), Luna de ciegos (1975), Fabulario real (1980), País secreto (1987), Ciudadanos de la noche (1989), La farmacia del ángel (1995), Las hipótesis de nadie (2005) y Biblia de pobres (2009). Reconocido con numerosos premios y destacado por la crítica, se le considera uno de los poetas contemporáneos más importantes de América Latina.
 

Tras Biblia de pobres (Visor Poesía), Juan Manuel Roca se vuelca en uno de sus temas recurrentes, el del tiempo atrapado en el arte, para proponer una Temporada de estatuas. Son poemas que se informan a sí mismos de cómo encontrar la aguja en el pajar del lenguaje. Al libro lo atraviesan rasgos de una ironía que recuerda cómo las cosas sobreviven a sus dueños, mientras explora el arte de levantar o de arruinar estatuas, un asunto con el que el tiempo, de manera feroz e iconoclasta, entretiene su insomnio.
 

Se celebra a Brodski, a Carroll, nadie erige una estatua a Bakunin en la imposibilidad de esculpir el viento, la bruja de Goya sobrevuela la oscura noche del alma, el señor Rimbaud acepta que le hagan una estatua a condición de que le permitan fundirla para hacer balas y disparar contra su patria, Miguel Ángel nos recuerda que en todas las piedras del mundo hay una estatua dormida y que basta con eliminarles lo que sobra para encontrarla.
 

También aparece de manera arriesgada y podría decirse que celebratoria, su país, un territorio que en sus versos se mueve entre el asombro y la miseria."

jueves, 22 de septiembre de 2011

Tres poemas tres de Esther Fleisacher

La partida de la abuela
Anoché escuché risas en otro idiom
risas estridentes chocaban
                contra botellas de vodka
una áspera hacha buscaba leña
                en una montaña cubierta de nieve.

El abuelo me visitó en sueños
y yo me pregunto si querrá decir algo:

¿Será que mi padre me necesita?
¿Será que habrá un nacimiento en la familia?
¿Será que la abuela, muerta hace pocos días,
                          no ha llegado a reunirse con él
                                                             y la llama?
O, por el contrario, la abuela ya llegó
y juntos recuerdan viejos tiempos.


Un poema de amor
Pensaba que las lenguas extranjeras
sólo servían para pelear.

Las discusiones en árabe
para que los niños no entendieran,
ásperos gritos se enredan en la garganta
interrogando el alma y la curiosidad:
¿cómo hacían los abuelos
para decirse palabras de amor
antes de aprender el español?

El cine me hizo saber
del amor en muchos idiomas
y de los besos sin palabras.


Signos antiguos
En el bus
la mirada insiste en un rostro,
en una mano cogida del tubo
o en una manga sisa.

No es belleza ni coquetería,
atrapado por formas:
las ojeras profundas,
las uñas desiguales
o la redondez del brazo.
No logro descifrar
si se trata de signos antiguos.

Tal vez la tía Esther (llevo su nombre)
enterrada en Egipto
quiere revelarme algo
y no encuentra la manera.
Hablamos lenguas diferentes.

          De Canciones en la mente, 2011

Esther FleisacherPalmira (Valle del Cauca), Colombia, 1959.
Reside en Medellín desde 1965.
Narradora, poeta, editora y psicoanalista. Entre sus obras: Las tres pasas (cuentos, 1999), Cable a tierra (poemas, inédito. Ganador en las Becas de Creación del Fondo Mixto para la Promoción de la Cultura de Medellín, 2000), La flor desfigurada (cuentos, 2007. Ganador de la VII Convocatoria Becas de Creación Municipio de Medellín) y La risa del sol (novela, 2011)

jueves, 15 de septiembre de 2011

Tres poemas tres de Luis Alberto de Cuenca

Conversación

Cada vez que te hablo, otras palabras
escapan de mi boca, otras palabras.
No son mías. Proceden de otro sitio.
Me muerden en la lengua. Me hacen daño.
Tienen, como las lanzas de los héroes,
doble filo, y los labios se me rompen
a su contacto, y cada vez que surgen
de dentro -o de muy lejos, o de nunca-,
me fluye de la boca un hilo tibio
de sangre que resbala por mi cuerpo.
Cada vez que te hablo, otras palabras
hablan por mí, como si ya no hubiese
nada mío en el mundo, nada mío
en el agotamiento interminable
de amarte y de sentirme desamado.
      De La caja de plata, 1985
 
El desayuno

Me gustas cuando dices tonterías,
cuando metes la pata, cuando mientes,
cuando te vas de compras con tu madre
y llego tarde al cine por tu culpa.
Me gustas más cuando es mi cumpleaños
y me cubres de besos y de tartas,
o cuando eres feliz y se te nota,
o cuando eres genial con una frase
que lo resume todo, o cuando ríes
(tu risa es una ducha en el infierno),
o cuando me perdonas un olvido.
Pero aún me gustas más, tanto que casi
no puedo resistir lo que me gustas,
cuando, llena de vida, te despiertas
y lo primero que haces es decirme:
«Tengo un hambre feroz esta mañana.
Voy a empezar contigo el desayuno»

      De El hacha y la rosa, 1993
 
Cómo te defiendes de mí

Cómo te defiendes de mí.
Cómo resistes,
desde la torre de la ausencia,
agitando el pañuelo para siempre,
sin forma ni color,
humo tan sólo,
aérea y rígida en tu nube,
diciendo adiós al mundo y a mis brazos,
muerta y levísima.
Cómo te defiendes de mí.
Cómo, al fin, me derrotas
y me sepultas, también a mí,
en la tumba sin flores del olvido,
donde mis huesos no conozcan
la senda de tu cobardía.
      De Necrofilia, 1983
 
Luis Alberto de Cuenca
Poeta, traductor y ensayista español,Madrid, 1950.
Interrumpió los estudios de Derecho en la Universidad Complutense de Madrid para licenciarse en Filología Clásica. Fue director de la Biblioteca Nacional y Secretario de Cultura del gobierno español, obtuvo el Premio de la Crítica con La caja de plata, en 1985, y el Premio Nacional de Traducción con el Cantar de Valtario, en 1987.
Más obras poéticas: Los retratos, 1971; Elsinore, 1972; Scholia, 1978; Necrofilia, 1983; El otro sueño, 1987, y El hacha y la rosa, 1993. Sin miedo ni esperanza recoge, en seis partes, sesenta poemas escritos entre 1996 y 2002. Su poesía completa hasta 1996 está contenida en Los mundos y los días.

¡Dulce jueves!
http://dulcejueves.blogspot.com/

jueves, 8 de septiembre de 2011

Tres poemas tres de Darío Jaramillo Agudelo

Encuentros
Arrodillado te degusto
te lamo y lamo
olfateo cada parte de ti
te aprendo con labios y nariz
te estremezco y ensalzo
subo y bajo
lengua de pezón a pubis
lengua de boca a oreja
interminable.
     De Cantar por cantar, 2001


Apariciones

Posees el gozo de su risa
pero debes saber que partirá.
Te inunda su alegría
te ilumina su rotunda carcajada
con una luz muy dulce,
pero no ignores que se irá.
Ella fluye,
ella es un líquido que detesta estancarse
ella es un pájaro que anida y emigra,
ella se irá.
Ella se irá y te dejará una marca de amor
que solamente curarás con su regreso efímero.
Entonces la verás de paso
y será como tropezar con el sol de la mañana
descubrir de nuevo su alegría,
nadar en ella
plácido
hasta un próximo encuentro inesperado.
      De Cantar por cantar, 2001


Conjuro

Que el azar me lleve hasta tu orilla,
ola o viento, que tome tu rumbo,
que hasta ti llegue y te venza mi ternura.
         De Cantar por cantar, 2001

Darío Jaramillo Agudelo nació en Santa Rosa de Osos (Colombia) en 1947.


Ha publicado los libros de poesía: Historias, 1974; Tratado de retórica, 1978; Poemas de amor, 1986; Del ojo a la lengua, 1995; Cantar por cantar, 2001; Gatos, 2003 y Cuadernos de música, 2008. En prosa ha publicado La muerte de Alec, 1983; Guía para viajeros, 1991; Cartas cruzadas, 1995; Novela con fantasma, 1996; Memorias de un hombre feliz, 1999; El juego del alfiler, 2002; Historia de una pasión, 2006; La voz interior, 2006 y Poesía en la canción popular latinoamericana, 2008.
¡Dulce jueves!

jueves, 1 de septiembre de 2011

Dos poemas dos, de Juan Vicente Piqueras

Tú yo
Amo mirar tus ojos desde dentro de ti.
Amo oírte decir: soy tuya.
Amo oírte decir: dime que soy tuya.
Estoy enamorado de nosotros.


Lázaro se niega a resucitar

Un día oí unas voces que venían de afuera.
Por fin voces de afuera, pensé, voces de otros
que llevan la luz dentro y que la dicen,
que me llegan del aire y no de mí.

Voces que al acercarse eran susurros.
Pasos que se pararon delante de mi puerta.
Alguien dijo: Aquí yace, como si lo leyese.
Callaron los demás.
Una voz me llamó: Lázaro, dijo,
levántate y anda.
Yo la reconocí pero fingí no oírla.
Me acordé de Jonás. Me quedé quieto.
Pensé: preferiría
no hacerlo, no salir nunca de aquí.

Conozco demasiado bien el mundo.
Allá afuera, lo sé, acecha el mal amor,
su amarga miel, su engaño, su amenaza.

Levántate de ti. Sal de tu tumba.
Pero yo detestaba los milagros.
Y además le tenía
demasiado cariño a mi vida de muerto.

Dejé pasar los años. Ahora espero
una voz que me llame, que me diga
lo que tengo que hacer, lo que deseo.

Juan Vicente Piqueras
Poeta español, 1960. Hijo y nieto de agricultores, cursó sus primeros estudios en la escuela mixta de Los Duques, aldea de apenas 100 habitantes donde vivio hasta los 16 años. Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Valencia, ha trabajado como locutor de radio, actor, guionista, traductor y profesor de español para extranjeros.
 
En 1985, Cuadernos Hispanoamericanos publica su primer libro de poesía Tentativas de un héroe derrotado. En 1987 la editorial italiana Stelle de Sassuolo publica Castillos de Aquitania. En 1991 le es otorgado el primer premio de poesía José Hierro con La palabra cuando. En 1999 le fue concedido el primer premio internacional Antonio Machado en Úbeda (Jaén) por su obra La latitud de los caballos, editada por Hiperión.

Sus últimos poemarios son La edad del agua (2004), Adverbios de lugar (2004), Palme (2005), Aldea (2006) y Palmeras (2007). Su libro Aldea obtuvo el Premio de la Crítica Valenciana y el Premio del Festival Internacional de Medellín.

Ha traducido al español obras del italiano Tonino Guerra, el bosnio Izet Sarajlic, la rumana Ana Blandiana y el griego Kostas Vrajnos.
  • Tentativas de un héroe derrotado (1985)
  • Castillos de Aquitania (1987)
  • La palabra cuando (1992), premio José Hierro.
  • La latitud de los caballos (1999), premio Antonio Machado.
  • La edad del agua (2004)
  • Adverbios de lugar (2004), accésit del premio Ciudad de Melilla.
  • Palme (2005)
  • Aldea (2006), premio Valencia de poesía, premio de la Crítica valenciana y Premio del Festival Internacional de Medellín.
  • Palmeras (2007)
  • La hora de irse (2011)

Su página web es http://www.juanvicentepiqueras.com

jueves, 25 de agosto de 2011

Tres poemas tres, de Jaime Siles

Himno a Venus

Amor bajo las jarcias de un velero,
amor en los jardines luminosos,
amor en los andenes peligrosos
y amor en los crepúsculos de enero.
Amor a treinta grados bajo cero,
amor en terciopelos procelosos,
amor en los expresos presurosos
y amor en los océanos de acero.
Amor en las cenizas de la noche,
amor en un combate de carmines,
amor en los asientos de algún coche,
amor en las butacas de los cines.
Amor, en las hebillas de tu broche,
gimen gemas de jades y jazmines.

       De Semáforos, semáforos, 1990
Biografía

Mi ayer son algas de pasión,
luces de espuma.
Y una arena insaciable que devora
los cuerpos submarinos.
Un cielo blando donde beben
las palomas sin rumbo del estío.

         De Biografía sola, 1971

Parábola de este mismo lugar

El que camina y va
y el que regresa

El que está en un lugar
y el que ha venido

El que está inmóvil
y aquel que no ha tornado

El que sólo es el tiempo
de un espacio distinto

El que nunca es el tiempo
ni tampoco el lugar

El que es y no es
el que será y ha sido

El que era agua
y ahora es sólo aire

El que era tierra
y ahora es sólo agua

El que era aire
y ahora es sólo tierra

Informan la materia
de este mismo lugar

donde el que es ya era
y el que será ya ha sido

porque son la materia
de este mismo lugar.

Jaime Siles
Poeta español, 1951. Doctor en Filología Clásica por la Universidad de Salamanca. De 1976 a 1982 fue profesor de Filología Latina en las universidades de Salamanca y de Alcalá de Henares. Catedrático Honorario de la Universidad de Viena, ha impartido clases en las universidades de Graz, Salzburg, Madison-Wiscosin, Bérgamo, Berna y St. Gallen. Actualmente es Catedrático de Filología Latina de la Universidad de Valencia, su ciudad natal.
 

Reconocimientos: En 1973, Premio Ocnos. En 1983, Premio de la Crítica. En 1989, Premio Internacional Loewe de Poesía.
 

Libros de poesía: Canon, 1973; Alegoría, 1977; Música de agua, 1983; Poemas al revés, 1987; La realidad y el lenguaje, 1989; Semáforos, semáforos, 1990, e Himnos tardíos, 1990.

jueves, 11 de agosto de 2011

Dos poemas dos, por Rafael Cadenas

El diálogo según un dictador

Versión originaria: Cuando yo dialogo no
quiero que me interrumpan.

Versión segunda: Yo dialogo pero advierto
que no cedo en mi posición.

Versión tercera: En diálogo, los que me
contradigan deben reconocer de antemano
su error.

Versión cuarta: Después de cavilar, dictamino
humildemente que el diálogo es
innecesario.

Derrota


Yo que no he tenido nunca un oficio
que ante todo competidor me he sentido débil
que perdí los mejores títulos para la vida
que apenas llego a un sitio ya quiero irme (creyendo que mudarme es una solución)
que he sido negado anticipadamente y escarnecido por los más aptos
que me arrimo a las paredes para no caer del todo
que soy objeto de risa para mí mismo
que creí que mi padre era eterno
que he sido humillado por profesores de literatura
que un día pregunté en qué podía ayudar y la respuesta fue una risotada
que no podré nunca formar un hogar, ni ser brillante, ni triunfar en la vida
que he sido abandonado por muchas personas porque casi no hablo
que tengo vergüenza por actos que no he cometido
que poco me ha faltado para echar a correr por la calle
que he perdido un centro que nunca tuve
que me he vuelto el hazmerreír de mucha gente por vivir en el limbo
que no encontraré nunca quién me soporte
que fui preferido en aras de personas más miserables que yo
que seguiré toda la vida así y que el año entrante seré muchas veces
                                                                   más burlado en mi ridícula ambición
que estoy cansado de recibir consejos de otros más aletargados que yo
                                                         ("Ud. es muy quedado, avíspese despierte")
que nunca podré viajar a la India
que he recibido favores sin dar nada a cambio
que ando por la ciudad de un lado a otro como una pluma
que me dejo llevar por los otros
que no tengo personalidad ni quiero tenerla
que todo el día tapo mi rebelión
que no me he ido a las guerrillas
que no he hecho nada por mi pueblo
que no soy de las FALN y me desespero por todas esas cosas y por otras
                                                           cuya enumeración sería interminable
que no puedo salir de mi prisión
que he sido dado de baja en todas partes por inútil
que en realidad no he podido casarme ni ir a París ni tener un día sereno
que me niego a reconocer los hechos
que siempre babeo sobre mi historia
que soy imbécil y más que imbécil de nacimiento
que perdí el hilo del discurso que se ejecutaba en mí y no he podido encontrarlo
que no lloro cuando siento deseos de hacerlo
que llego tarde a todo
que he sido arruinado por tantas marchas y contramarchas
que ansío la inmovilidad perfecta y la prisa impecable
que no soy lo que soy ni lo que no soy
que a pesar de todo tengo un orgullo satánico aunque a ciertas horas
                                               haya sido humilde hasta igualarme a las piedras
que he vivido quince años en el mismo círculo
que me creí predestinado para algo fuera de lo común y nada he logrado
que nunca usaré corbata
que no encuentro mi cuerpo
que he percibido por relámpagos mi falsedad y no he podido derribarme,
                                               barrer todo y crear de mi indolencia, mi flotación,
                                               mi extravío una frescura nueva, y obstinadamente
                                               me suicido al alcance de la mano
me levantaré del suelo más ridículo todavía para seguir burlándome de los otros
                                               y de mí hasta el día del juicio final.
         De Obra Entera, poesía y prosa, 2000.

Rafael Cadenas.
Poeta, traductor y catedrático venezolano. Barquisimeto (Lara), 1930.
Desde muy joven se inclinó por la literatura y el riesgo político. Por su militancia comunista se exilió en Trinidad y sólo regresó a Caracas en 1957. Trabajó como profesor de literatura inglesa y española. Ha viajado además por diferentes países de América y Europa y ha traducido a Lawrence, Nijinski, Whitman, Cavafy y otros.

Dueño de un lenguaje mágico y depurado, su obra lo sitúa como uno de los grandes exponentes de la poesía modernista  hispanoamericana. Algunos de sus libros de poesía y ensayo son Los cuadernos del destierro, 1960; Falsas maniobras, 1966; Memorial, 1977; Intemperie, 1977; Anotaciones, 1983; Amante, 1983; Dichos, 1992; Gestiones, 1992, y Apuntes sobre San Juan de la Cruz y la mística, 1995.

Recibió la beca Guggenheim en 1986 y un doctorado Honoris Causa de la Universidad Central de Venezuela. Premio Nacional de Ensayo en 1984, Premio Nacional de Literatura en 1985, Premio San Juan de la Cruz en 1991 y Premio Juan Rulfo, 2009.

jueves, 4 de agosto de 2011

Pirú, por María Fernanda Espinosa


En el Pirú
faltan palabras
para nombrar ciertas cosas

La gente dice
del pecho su atrás
para nombrar espalda
o dicen
del agua su duro
en lugar de hielo

En el Pirú de mi corazón
faltan palabras
para decir te quiero
del será su ayer.

         De Caymándote

María Fernanda Espinosa, poeta ecuatoriana, 1964. Nació en Salamanca (España). Es doctora en Geografía, especialista en estudios amazónicos y derechos indígenas. Desde 2005 es Directora Regional de la Unión Mundial para la Naturaleza – América del Sur. Ganó el Premio Nacional de Poesía de Ecuador, en 1990. Sus libros de poesía son: Caymándote, 1990. Tatuaje de selva, 1992. Loba triste, 2000

jueves, 28 de julio de 2011

Dos poemas dos de Daniel Samoilovich


Fábula sobre el origen del hombre

Se acercaba el anochecer del Sexto Día,
chequeó Dios su lista:
Aguas que están encima de la bóveda
y aguas debajo de la bóveda, separadas.
Hipopótamo: hecho. Plantas, incluso carnívoras:
hechas. Frutas, peces, charcos,
nubes de mosquitos encima de los charcos,
fumarolas saliendo de las bocas del volcán,
anguilas deslizándose en los cauces secos,
chorlitos corriendo, atolondrados, en las playas,
iguanas de tierra, lentas,
iguanas de mar, negras,
catatónicas en las piedras de la costa,
bosques, maníes, tiburones: hechos.
¿Falta algo? Oh, sí, estos dos.
Ah, se hace de noche, la noche
que Yo mismo he creado para suceder al Día.
Qué cansado estoy, cuánta cosa, qué delicado
ajuste de dientes y de carne
desgarrable por esos mismos dientes,
modo de crecer de la caparazón de la tortugas,
en hexágonos, tienen que ir ajustando unos con otros,
agregándose unos a otros, tienen que llegar a tener
caparazones enormes
y no pueden nacer enormes.
Oh, cuánta química, física,
geometría, diseño de sistemas,
cadenas de cazados y cazadores, a su vez cazados
por cazadores que a su vez han de tener
su propio talón aquilino.
Se hace de noche y faltan estos dos.
A ver, aquí, un poco de barro,
oh, se hace de noche, no veo nada,
está por asomar la estrella del sábado,
los hago ahora así, después veremos.”

La sombra de mi mano derecha
es una mano izquierda
,

lo que escribo
alguien lo escribe desde dentro del papel,
la punta de su lápiz contra el mío.
Me gustaría saber qué piensa ése.
Me gustaría saber cómo es que suenan
esos versos que corren al revés
rumbo al Oeste de un mundo inclinado.

Daniel Samoilovich.
Escritor, poeta y periodista argentino, Buenos Aires, 1949.
En 1964 trabaja en la revista Esta generación, dirigida por Pedro Pujó. Después, en 1969 y durante once años, trabaja en el diario Clarín. En 1977 se casa con la escritora Gloria Pampillo. En España se desempeña como redactor de la revista Triunfo y el diario El País. Se une al matemático Jaime Poniachik en 1980, para publicar la revista Juegos para Gente de Mente, que luego sería la base de la editorial De mente, especializada en juegos de ingenio.

En 1985 contrae matrimonio en segundas nupcias con la narradora Ana María Bovo, con quien tiene una hija. A partir de 1986 es el director del periódico Diario de poesía, que sale trimestralmente. Este diario ganó en 1990 el Primer Premio del Concurso de Publicaciones Culturales.

En 1997 se casa en terceras nupcias con Silvina Chmielewski, con la que tiene dos hijos. Es traductor de latín, francés e inglés.

domingo, 24 de julio de 2011

"El año de la muerte de Ricardo Reis", de José Saramago, en Mesita de Noche

Este jueves 28 de julio, a las 6:30 p.m., en la Sala de Audición de la Biblioteca de EAFIT, será Mesita de noche, tertulia y club de lecturas y lectores:
"El año de la muerte de Ricardo Reis", de José Saramago.
Cordial invitación.

jueves, 21 de julio de 2011

Si te busco y te sueño y te persigo..., por don Tomás Segovia

Si te busco y te sueño y te persigo,
y deseo tu cuerpo de tal suerte
que tan sólo aborrezco ya la muerte
porque no me podré acostar contigo;

si tantos sueños lúbricos abrigo;
si ardiente, y sin pudor, y en celo, y fuerte
te quiero ver, dejándome morderte
el pecho, el muslo, el sensitivo ombligo;

si quiero que conmigo, enloquecida
goces tanto que estés avergonzada,
no es sólo por codicia de tus prendas:

es para que conmigo, en esta vida,
compartas la impureza, y que manchada,
pero conmovedora, al fin me entiendas.


Tomás Segovia, Valencia (España), 1927


Poeta, escritor y traductor. A los nueve años de edad emigró con su familia a Francia, luego a Marruecos y posteriormente a México, su país de adopción, donde ha residido la mayor parte de la vida. Estudió filosofía y literatura en la Universidad Autónoma de México y en 1957 ingresó como profesor de la UNAM,  donde dirigió la Revista Mexicana de Literatura. Publicó sus primeros poemas en 1950, obteniendo una beca Guggenheim. Fue profesor de la Universidad de Princeton, y director de revistas americanas y europeas.
 
Ha escrito una veintena de libros de poesía, entre los que se cuentan, La luz provisional, en 1950; Apariciones, en 1957; Cuaderno del nómada, en 1978; Cantata a solas, en 1985; Lapso, en 1986; Noticia natural, en 1992; Fiel imagen, en 1996, y Sonetos votivos, en 2007.
Premios: Xavier Villaurrutia en 1972, Magda Donato en 1974, Alfonso X de Traducción en 1982, 1983 y 1984, y Octavio Paz en 2000.
 
El blog de Tomás Segovia: http://tomassegovia2.blogspot.com/

jueves, 14 de julio de 2011

Tres poemas tres de Lauren Mendinueta

Así pasan los años

Pasan los años,
y aunque la vida me acusa de inmovilidad,
también yo he viajado.
Como una partícula de polvo
he revoloteado por la casa y me he prendido a los libros.
Como un insecto he reposado a la orilla de las acequias,
o simplemente he sido una mujer que de tarde en tarde
ha mirado hacia el mar
buscando barcos olvidados por la neblina
y que vuelven a la memoria,
sin esperanza distinta de la muerte.

          De La vocación suspendida, 2008

La errancia y la proximidad
          Para José Luís Rojas

El vuelo de las gallinas no es muy distinto
al vuelo de las horas;
a pesar de los intentos fallidos
nunca aceptan su limitada naturaleza.
La hora es la medida indistinta del día humano,
la gallina cobarde de la inmortalidad divina.
Lo más lejano ocurre con la gracia de lo imposible,
mientras el presente se deshace, fluye.
El tiempo no se mide, se interpreta:
así lo enseña la música.

          De La vocación suspendida, 2008

 
El hogar, mis lágrimas

En el epílogo de mi historia
deseo volver al hogar,
a ese lugar poblado de mundos
donde los viajes son hacia adentro.
Oigo el sonido de las sombras
que sin alma me golpean
ofreciéndome consuelo en lo que ya se ha ido.
Injusto es mi deseo de vivir
pero de nada me sirve saberlo;
persisto y estoy sola
como una imagen huida del recuerdo.

          De La vocación suspendida, 2008

Lauren Mendinueta. Poeta y escritora colombiana, 1977.
Empezó a escribir poesía cuando era bibliotecaria en Fundación, a dos o tres pasos de Macondo. Realiza talleres de promoción y creación literaria para niños y jóvenes. Una antología de sus versos, Poesía en sí misma, fue publicada por en 2007 por la Universidad Externado de Colombia con un tiraje de 12.500 ejemplares. Algunos de sus poemas han sido traducidos al inglés, italiano, ruso, alemán y francés. Vive en Lisboa, Portugal. Hace pocos días ganó el Premio Internacional de Poesía César Simón, de la Universidad de Valencia, España, con su libro Del tiempo, un paso.

Obras: Carta desde la aldea (poesía), 1998. Inventario de ciudad, 1999. Donde se escoge el pasado (poesía), 2004. Marie Curie, dos veces Nobel (biografía), 2004. Autobiografía ampliada (poesía), 2006. Poesía en sí misma (poesía), 2007. La vocación suspendida (poesía), 2008.

Reconocimientos: Premio Festival Internacional de Poesía en Medellín, 2000, por Autobiografía ampliada. Beca de Residencia Artística con el exterior Colombia-México, 2004, con el proyecto de libro En el grabado del tiempo. Ministerio de Cultura de Colombia y Fondo Nacional para la Cultura y las Artes de México (FONCA). Premio Internacional de Poesía Martín García Ramos, Almería, España, 2007, por La vocación suspendida.

jueves, 7 de julio de 2011

Dos poemas dos de Rubén Darío

La calumnia

Puede una gota de lodo
sobre un diamante caer;
puede también de este modo
su fulgor obscurecer;
pero aunque el diamante todo
se encuentre de fango lleno,
el valor que lo hace bueno
no perderá ni un instante,
y ha de ser siempre diamante
por más que lo manche el cieno.


Venus

En la tranquila noche mis nostalgias amargas sufría.
En busca de quietud bajé al fresco y callado jardín.
En el obscuro cielo Venus bella temblando lucía,
como incrustado en ébano un dorado y divino jazmín.

A mi alma enamorada, una reina oriental parecía,
que esperaba a su amante bajo el techo de su camarín,
o que, llevada en hombros, la profunda extensión recorría,
triunfante y luminosa, recostada sobre un palanquín.

"¡Oh, reina rubia! díjele, mi alma quiere dejar su crisálida
y volar hacia a ti, y tus labios de fuego besar;
y flotar en el nimbo que derrama en tu frente luz pálida,

y en siderales éxtasis no dejarte un momento de amar".
El aire de la noche refrescaba la atmósfera cálida.
Venus, desde el abismo, me miraba con triste mirar.

Rubén Darío
      - Félix Rubén García Sarmiento -
       (Nicaragua, 1867-1916)
Darío
Poeta, periodista y diplomático nicaragüense.Abrojos (1887); Azul (1888); Canto épico a las glorias de Chile (1888); Prosas profanas (1896 y 1901); Cantos de vida y esperanza (1905); El canto errante (1907).
Rubén Darío es un hito en las letras hispánicas. El modernismo surgió con él. En un momento en que en España la poesía decaía y se repetía a sí misma sobre calcos vacíos, aportó una savia que, junto con Bécquer, inició el camino para la recuperación, cuyos frutos más brillantes fueron Juan Ramón Jiménez, las vanguardias y, más tarde, la llamada generación del 27. En Latinoamérica su influencia no fue menor. Aunque la crítica siempre tuvo en un alto concepto a Darío, desde el centenario de su nacimiento en 1967 su obra se revalorizó notablemente.

jueves, 30 de junio de 2011

Dos poemas dos de Alfonsina Storni

El engaño
 
Soy tuya, Dios lo sabe por qué, ya que comprendo
que habrás de abandonarme, fríamente, mañana,
y que bajo el encanto de mis ojos, te gana
otro encanto el deseo, pero no me defiendo.

Espero que esto un día cualquiera se concluya,
pues intuyo, al instante, lo que piensas o quieres.
Con voz indiferente te hablo de otras mujeres
y hasta ensayo el elogio de alguna que fue tuya.

Pero tú sabes menos que yo, y algo orgulloso
de que te pertenezca, en tu juego engañoso
persistes, con un aire de actor del papel dueño.

Yo te miro callada con mi dulce sonrisa,
y cuando te entusiasmas, pienso: no te des prisa.
No eres tú el que me engaña; quien me engaña es mi sueño.

¿Y tú?

Sí, yo me muevo, vivo, me equivoco;
agua que corre y se entremezcla, siento
el vértigo feroz del movimiento:
huelo las selvas, tierra nueva toco.

Sí, yo me muevo, voy buscando acaso
soles, auroras, tempestad y olvido.
¿Qué haces allí misérrimo y pulido?
Eres la piedra a cuyo lado paso.


Alfonsina Storni
Nació en Capriasca, Suiza, en 1892,  pero desde los cuatro años fue llevada a Argentina. Desde muy niña empezó a trabajar como maestra. Escribió sus primeros poemas bajo el seudónimo TaoLao. Obtuvo premios literarios que la hicieron conocer en los países latinoamericanos. Entre sus obras, Languidez, El dulce daño y La inquietud del rosal. Se suicidó en 1938.

jueves, 23 de octubre de 2008

A Roosevelt, por Rubén Darío

Es con voz de la Biblia, o verso de Walt Whitman,
que habría que llegar hasta ti, Cazador,
primitivo y moderno, sencillo y complicado,
con un algo de Washington y cuatro de Nemrod.
Eres los Estados Unidos,
eres el futuro invasor
de la América ingenua que tiene sangre indígena,
que aún reza a Jesucristo y aún habla en español.

Eres soberbio y fuerte ejemplar de tu raza;
eres culto, eres hábil, te opones a Tolstoy.
Y domando caballos, o asesinando tigres,
eres un Alejandro-Nabucodonosor.
(Eres un profesor de Energía
como dicen los locos de hoy.)

Crees que la vida es incendio,
que el progreso es erupción,
que donde pones la bala
el porvenir pones.
No.

Los Estados Unidos son potentes y grandes.
Cuando ellos se estremecen hay un hondo temblor
que pasa por las vértebras enormes de los Andes.
Si clamáis, se oye como el rugir del león.
Ya Hugo a Grant le dijo: Las estrellas son vuestras.
(Apenas brilla, alzándose, el argentino sol
y la estrella chilena se levanta...) Sois ricos.
Juntáis al culto de Hércules el culto de Mammón;
y alumbrando el camino de la fácil conquista,
la Libertad levanta su antorcha en Nueva York.

Mas la América nuestra, que tenía poetas
desde los viejos tiempos de Nezahualcóyolt,
que ha guardado las huellas de los pies del gran Baco,
que el alfabeto pánico en un tiempo aprendió;
que consultó los astros, que conoció la Atlántida
cuyo nombre nos llega resonando en Platón,
que desde los remotos momentos de su vida
vive de luz, de fuego, de perfume, de amor,
la América del grande Moctezuma, del Inca,
la América fragante de Cristóbal Colón,
la América católica, la América española
la América en que dijo el noble Guatemoc:
"Yo no estoy en un lecho de rosas"; esa América
que tiembla de huracanes y que vive de amor,
hombres de ojos sajones y alma bárbara, vive.
Y sueña. Y ama, y vibra, y es la hija del Sol.
Tened cuidado. ¡Vive la América española!
Hay mil cachorros sueltos del León Español.
Se necesitaría, Roosevelt, ser, por Dios mismo,
el Riflero terrible y el fuerte Cazador,
para poder tenernos en vuestras férreas garras.

Y, pues contáis con todo, falta una cosa: ¡Dios!

De Cantos de vida y esperanza, Los cisnes y otros poemas.

jueves, 4 de septiembre de 2008

"La poesía ni es oficio ni es maldito"


Cincuenta años del Nadaísmo

“La poesía ni es un oficio ni es maldito”

El menos nadaísta de los nadaístas no se deja vencer por la rutina ni por la tradición. Jaime Jaramillo Escobar, o X-504, es tal vez el más insigne de los herederos de un movimiento que revolucionó a Colombia hace cincuenta años.

Esteban Carlos Mejía*
Medellín

Jaime Jaramillo Escobar abre la puerta y me invita a subir al tercer piso donde vive y trabaja. Las escalinatas son oscuras, muy empinadas y largas. “Es como entrar a una pirámide”, dice y me cede el paso. El apartamento es pulcro y ordenado, ni una mota de polvo en la biblioteca, ni papeles en el piso, ni rastros de la proverbial indolencia de los poetas. En vez del Sagrado Corazón de Jesús, en la pared principal del pequeño comedor en donde nos instalamos a tomar tinto, hay una fotografía en blanco y negro de Eduardo Mendoza Varela, antiguo subdirector de El Tiempo y director de Lecturas Dominicales, uno de los suplementos literarios más populares de finales del siglo pasado. “Fue como un padre para mí. Gonzalo fue mi compañero; Eduardo Mendoza, mi maestro”.
Cuando niño vivió en Altamira, un pueblito empotrado en las montañas cafeteras del suroeste de Antioquia. Estudió bachillerato en un pueblo más grande, Andes, gracias a una beca del Ministerio de Educación, porque su papá era maestro de escuela. Allí tuvo un periódico mural, también impreso en mimeógrafo. Para celebrar algún aniversario del Quijote, le pidió ayuda a un compañero que iba un año adelante, con fama de escritor, y que se llamaba Gonzalo Arango. El escrito apareció firmado por Gonzaloarango, todo junto, algo inédito y sensacional en aquellas breñas. Fue el primer texto que publicó el fundador del Nadaísmo y, así como muchos de sus escritos, el recuerdo de este elogio al hidalgo manchego se ha perdido en las brumas del tiempo, pues nadie conservó una copia del pasquín.
“Se llamaba Voces Andinas, ¿qué más quiere?”, dice y se ríe con un cosquilleo que a duras penas disimula al adolescente travieso que aún palpita en sus 76 años. Es enjuto y algo encorvado. Pero la vitalidad de sus trancos y la efervescencia de su mirada son muy reales. Viste con una hawaiana bordada de azul, al estilo de los hippies de los 70, y a veces entrecierra los ojos.

De tabulador a publicista
Al terminar el bachillerato, llegó a Medellín, desplazado por la violencia liberal conservadora de los años 50, la primera de todas, la misma de siempre. Se puso a trabajar en Empresas Públicas de Medellín, un conglomerado de servicios públicos. Allí hizo un curso en ibm, en tabulación, “cuando los computadores eran grandes como elefantes y lentos como ballenas”.

Era un oficio feliz, el de los tabuladores. Inclinados sobre tableros repletos de alambres y clavijas, conectaban y desconectaban cables hasta dar forma a los programas de la época y resolver enrevesados problemas de facturación o de registro. No había muchos tabuladores en Colombia por lo que pronto consiguió trabajo en Cali, en la oficina de recaudo de Impuestos. Y estaba allí cuando Gonzaloarango se presentó a reclutar jóvenes para su movimiento, lanzado en Medellín al promediar agosto de 1958 con la difusión del Manifiesto Nadaísta, en el que, entre otras cosas, se planteaba la necesidad de cambiar la poesía colombiana.
Un día cualquiera dejó la tabulación. Viajó a Barranquilla y empezó a trabajar en Nova, una agencia de publicidad de Plinio Apuleyo Mendoza, con quien “aprendí a laborar en forma, duro y parejo”. Su ciclo publicitario fue completo. Empleado administrativo. Copywriter. Creativo. Ejecutivo de cuenta. En 1968, junto con Gabriel Urrea Gómez, abrió en Bogotá su propia agencia, Organización Publicitaria Institucional, O. P. Institucional, enfocada a campañas de imagen corporativa.

Cerraron en 1981, tras 13 años de faenar con algunas de las empresas y entidades más influyentes de la época, Compañía de Empaques, Colnylon, Confecámaras. “Sin darnos cuenta, nos volvimos una agencia mediana con gastos de grande y utilidades de pequeña. Una compañía norteamericana nos ofreció compra pero yo no quise. Preferimos cerrar antes que tener que vendernos a los gringos”. Nunca hizo publicidad masiva. Su negocio giraba alrededor de las comunicaciones corporativas, lo cual le sirvió para aprender el esquivo arte de redactar. “La publicidad fue mi mejor escuela. De redacción en general, que incluye la poesía”. Lo miro con cierta incredulidad. ¿No quiere retractarse? —le pregunto—.

“No tengo por qué retractarme”, me contesta, le da carpetazo al tema y me sirve otro tinto. Le pregunto por los nadaístas. “Ya casi todos nos morimos”, se burla y menciona sus nombres en desorden, a medida que le vienen a la mente, vivos y muertos. Gonzaloarango. Amílcar Osorio, que durante un tiempo firmó como Amílcar U. Alberto Escobar Ángel. Diego León Giraldo, que cambió la literatura por el cine. Jotamario Arbeláez. Elmo Valencia. Eduardo Escobar. Jaime Espinel, Barquillo. Darío Lemos. Alfredo Sánchez, editor del diario El Crisol, de Cali, y de su suplemento literario Esquirla, en el que publicaban con periodicidad. José Rafael Arango. Humberto Navarro, Cachifo. Guillermo Trujillo. Mario Rivero, que desertó al poco tiempo. Fanny Buitrago. No solo había escritores. Recuerda al pintor Álvaro Barrios, a Álvaro Medina, Armando Romero y Malgrem Restrepo, uno de sus ilustradores, que vive en Estados Unidos desde hace casi 50 años.
“El Nadaísmo era un movimiento popular.

A los recitales iban muchedumbres que atiborraban los salones. En Barranquilla, por ejemplo, fue tanta gente a una conferencia de Gonzaloarango que tuvieron que llamar al Ejército, imagínese, al Ejército, para controlar a la multitud que ocupaba el Paseo Bolívar. El Nadaísmo fue lo que fue gracias a los periódicos. Acogían nuestros textos con los brazos abiertos. Nos publicaban, destacados, en Lecturas Dominicales, de El Tiempo, y en Magazín Dominical, de El Espectador, dirigido por Gonzalo González, Gog.”

No evoca ese tiempo con nostalgia. Toda la vida ha sido un hombre trabajador y concienzudo, más ocupado en su obra que en camarillas o cocteles. Escribe a mano, em-peloto y por la noche. “Es más fresca, silenciosa y tranquila. La soledad y el silencio son necesarios para la concentración. Pero no igualmente indispensables para todos los artistas”. Aprovecho para preguntarle por la esencia de la poesía.

¿La imaginación? ¿La fantasía? ¿La memoria? ¿La magia? ¿La alucinación?
Esas no pueden ser esencias. La esencia de la poesía es la poesía misma. La dificultad consiste en definir la poesía, porque no es unitaria. Poesía y poema no son lo mismo.

¿Escribir poesía es un oficio maldito?
Ni es oficio ni es maldito. En la poesía se encuentra una forma de expresión que puede ser feliz. Como en la música y las demás artes.

¿Le habría gustado “una tiendita de tabaco”, como a Pound, o contrabandear armas como a Rimbaud?

No. Escribir resulta de mayor interés. Las armas se han desarrollado hasta convertirse en un verdadero demonio. Y el poeta que tiene tienda es Darío Jaramillo Agudelo.

¿Su poesía tiene propósito?
Sí. El propósito del Nadaísmo, que está cumpliendo 50 años: cambiar la poesía colombiana, que resiste tercamente con sus lectores: romanticones, sentimentales, aferrados a las rimas y tradiciones. La mentalidad de los pueblos evoluciona muy lentamente, y una guerra de 50 años desculturiza cualquier sociedad.

¿Qué quiso decir cuando dijo que a un poeta de más de 70 años no le queda más camino que echar por el atajo de las vanguardias?
Quise resaltar lo conservadores y dogmáticos que son los jóvenes en general, apegados ciegamente a lo que les enseñaron en sus primeros estudios. Solo quienes tienen experiencia pueden impulsar cambios. Los jóvenes que se dicen rebeldes y revolucionarios son lo más retrógrado que conozco. Todos terminan empujando un cochecito con bebé, brillando un auto, cotizando para el seguro de vejez y solicitando visa para los Estados Unidos.

¡Ay, la tierra caliente!
En 1963, cuando el Nadaísmo apenas tenía cinco años, Ediciones Triángulo, de Hernando Salazar, publicó 13 poetas nadaístas, libro en el que aparecieron sus primeros poemas, bajo el seudónimo de X-504. “Imprimieron 3.000 ejemplares, una cantidad impresionante para un libro de poemas en Colombia, y se vendieron todos. A mucho honor”.

¿De dónde salió el seudónimo? ¿Y por qué lo dejó?
Dejé el seudónimo desde la publicación de ese primer libro, pero el editor insistió en conservarlo. Lo dejé cuando me sentí seguro de poder responder con mi nombre. Después resultaron cosas curiosas: el público no lo ha olvidado, y si consulta en internet le aparecen cientos de entradas de diverso origen con la referencia X504. El seudónimo salió del número por el que empieza mi cédula, 504… ¿Cómo sería el suyo? ¿X70 qué?

En 1967 se convocó el Premio Cassius Clay de poesía nadaísta. Participó con Los poemas de la ofensa, y ganó. La primera edición, a finales del año siguiente, corrió por cuenta de Tercer Mundo y fue devorada por miles de lectores que asociaron, no sin razón, el gozoso sarcasmo de su humor con los puños felinos de Muhammad Alí. Desde entonces, se han impreso 29.000 ejemplares de este libro ejemplar.
La madurez creativa, sin embargo, le llegaría casi 15 años después. En 1982, Colcultura, entidad antecesora del Ministerio de Cultura, publicó Extracto de poesía. Un año más tarde sus Poemas de tierra caliente ganaron el Premio de Poesía de la Universidad de Antioquia, uno de los más prestigiosos de este país. Y en 1984, se editó Sombrero de ahogado, una colección llena de imaginación, carácter y lozanía. Al finalizar la década, en 1989, apareció Alheña y azúmbar.

¿Barba Jacob sí es tan gran poeta como dicen?
Sí lo es. En el 2005 la Biblioteca Pública Piloto de Medellín publicó el volumen Barba Jacob para hechizados, con una selección de 50 poemas y un ensayo preliminar que responde a lo que usted pregunta. Y en ese mismo año William Ospina, en su libro Érase una vez Colombia, de Villegas Editores, expone una consideración igualmente afirmativa. Vea le cito: ‘Barba Jacob es el más alto poeta de Colombia, no en el sentido de que haya escrito la obra más impecable, sino en el sentido de que en su obra agitada, espasmódica e irregular, se encuentran dispersos los más poderosos versos de nuestra poesía y algunos de los más poderosos de la lengua castellana, pero también en el sentido de que nadie como él interrogó los enigmas de Colombia e interpretó nuestras agonías mentales y emocionales. Valéry decía que muchos arquitectos no sabían que estaban construyendo palacios solo para que ciertos pórticos exquisitos sobrevivieran entre las ruinas. Para mí Barba es un gran poeta.”

Hace años usted anunció dos libros, Poesía pública y Poesía revelada. ¿Qué pasó con ellos?
El título cambia porque apareció un libro en Cuba con el título de Poesía pública, y porque los dos se fusionan en uno. El nuevo título se verá cuando se publique. En eso no hay que adelantarse. Nunca publico un libro antes de muchos años de haberlo escrito. Es la prueba del tiempo, superior a la del fuego. Tengo un libro de cuentos escrito hace cincuenta años y creo que todavía puede esperar. Como puede ver, cuento el tiempo por períodos de 20 y 50 años. No guardo afán.

Las malas lenguas dicen que usted dijo que los libros embrutecen...
No he dicho eso. Lo dijo Cobo Borda. Es un escritor con mucha experiencia.

Talleres para salvar la poesía
Las distintas ediciones de sus obras se han ido acumulando sobre la mesita, al lado de los pocillos de tinto. Primero llegaron las más apresuradas y sencillas. Al final, salieron las más finas y cuidadosas, mexicanas y españolas, así como una joya colombiana del arte tipográfico, Tres poemas ilustrados, de Tragaluz Editores (2006), ganadora del Premio Lápiz de Acero, con ilustraciones de José Antonio Suárez. No sin cierto recato me muestra Permiso voy a cantar, una edición de distribución gratuita que se repartió en las estaciones del metro de Medellín, y el trasgresor Método fácil y rápido de ser un poeta, en dos versiones.
Le señalo la pila de libros y le pregunto con ingenuidad: “¿Qué siente?”. “Nada ­—­responde al instante, en la mejor tradición nadaísta—. Es solo el trabajo hecho”.

Se avecina la noche. Tenemos tiempo para hablar un momento de Spoon River, la antología de epitafios de Edgar Lee Masters. Se levanta de la mesa y va a buscar el libro de Masters pero no lo encuentra en ninguna de las atiborradas y ordenadas estanterías. “Algún amigo debió cogerlo y no lo volvió a poner en su sitio. Así sí es muy difícil”, me explica y se ríe otra vez con su risa de postadolescente eterno. Regresa, en cambio, con A la espera de Nayan, de Surlay Farlay, y con Simonía de amor, de Verano Brisas. “Esos nombres parecen sacados de un aquelarre ex nadaísta”, le digo, por joder la vida. “Puede ser”, acepta con desgana, “pero son poetas que saben dónde están parados. Tienen ética, estilo, personalidad. Y con sus versos intentan salvar a la poesía de un naufragio irremediable, el de la desidia. Por eso me gustan los talleres. Porque dan poetas así”.

Una última pregunta…
A la orden…
¿Por qué le choca tanto la farándula literaria?
Porque eso no es serio. ||

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